PARÍS, 8 abril 2011 (EFE).- El Salón de la Muerte de  París abre hoy sus puertas para dar a conocer las últimas tendencias del  sector funerario, desde la gestión de los decesos en las redes sociales  hasta los ataúdes ecológicos personalizados, pero también para fomentar  el diálogo sobre un tema que para muchos sigue siendo tabú."
Para que caiga el tabú de la muerte, esta  tiene que reintegrar la vida", explica Jessie Westenholz, una de las  organizadores de la feria, que subraya que tan importante es ocuparse de  la parte financiera y organizativa de la defunción como de preparar una  muerte "que se parezca al fallecido".
Por ello, y hasta el  próximo 10 de abril, en las galerías comerciales que pasan por debajo  del Museo de Louvre, 
el Salón de la Muerte espera convencer a 25.000  visitantes de que se acerquen a conocer las propuestas del centenar de  expositores que han hecho de la muerte una forma de vida, porque uno  puede intentar diseñar la suya a su imagen y semejanza.
Entre  ellos hay quienes han querido aportar una pincelada artística a un  negocio que irremediablemente suma clientes cada minuto, quienes ayudan a  divulgar información sobre los cuidados paliativos o quienes se  aproximan a la muerte desde la gastronomía, la ecología o las nuevas  tecnologías.
Este último es el caso de Stépahanie Belland,  fundadora de "2Day4Ever", quien explica a Efe que ha creado una página  web que permite generar lo que llama "red-gramas", mensajes digitales  que contienen imágenes, vídeos, texto y sonido y que se pueden enviar  tanto ahora como en cualquier momento hasta dentro de 99 años, incluido  el período postmortem.
Su catálogo ofrece también un caja fuerte  virtual en la que "una persona mete todos sus nombres de usuario y  contraseñas" y encarga a la empresa que, una vez su corazón deje de  latir, la sociedad ponga esa información a disposición de la persona  elegida para que pueda cerrar sus cuentas de Facebook, Hotmail, Gmail,  Twitter o Tuenti.
Otros, como la firma ABCremation, buscan seducir  a sus clientes ofreciendo ataúdes ecológicos de cartón reciclado  decorados al gusto del consumidor y con tarifas competitivas, entre los  399 euros por el modelo básico hasta los 499 por el más elaborado. Es  decir, la mitad que el precio de un tradicional féretro de madera.
El  mundo del arte también araña clientes en el negocio de las pompas  fúnebres, en torno al que subsisten escultores, fotógrafos y artesanos.
Es  el caso de Dawa y de su compañera Marie, que han encontrado en la  decoración de lápidas con piedras de colores una forma de ampliar su  cartera de clientes, que según algunos de los expositores, en Francia  gastan entre 2.500 y 5.000 euros de media en sus exequias.
"Recubrimos  los monumentos funerarios con micro-mosaicos, tanto en mate como en  brillo" porque "se ve que tenemos tendencia a estar tristes en los  cementerios e intentamos aportar algo más alegre, más cálido", explica  este artesano de orejas anilladas y cabellera trenzada que roza el  suelo.
La empresa Coffin'Art, sin embargo, opta por utilizar las  fotografías o imágenes preferidas por los clientes para cubrir con una  ligera capa translúcida la tapa del ataúd, mientras que Urne Funeraire  Canope confía en que el salón promocione su idea de crear esculturas del  busto o el rostro de los difuntos.
A través de tecnología  digital, se toma una fotografía en tres dimensiones del interesado y con  un ordenador se genera un modelo para el molde que después se retoca a  mano.
Los precios varían en función del detalle, de forma que el  calvo de piel tersa empieza pagando unos 6.000 euros mientras que el  melenudo con barba, bigote y arrugas puede llegar gastarse hasta 12.000  euros, porque cuando más detalle precisa el rostro, más trabajo  requiere.
También la gastronomía flirtea con la muerte en este  particular salón, a través de la firma Delicious, una marca de bombones  de chocolate inspirada en las "calaveras mexicanas" creada en los años  cincuenta, otrora olvidada y rescatada ahora por dos Ángeles del  Infierno franceses que se han asociado para vender dulces.
Y  tampoco faltan guiños cinematográficos que recuerdan a la película de  Isabel Coixet "Mi vida sin mí", en la que una madre dejaba cintas de  cassette a sus hijas para que las escuchasen tras su anunciada y  prematura defunción.
Así, en "Le Film d'un vie" se dedican a  grabar la vida, o los mensajes que una persona quiera hacer llegar a sus  allegados o a sus enemigos una vez desaparecido.
Propuestas  variopintas y quizá menos habituales de lo que podría esperarse ya que,  como recuerdan los organizadores, "si preparamos el matrimonio durante  un año, ¿por qué no dedicar tiempo a la muerte por adelantado?".
Fotos: EFE