Banderas engalanaron la localidad, generalmente tranquila, donde se celebraron fiestas al son de la música de bandas, al igual que las demás 5.500 'street party' ('fiestas callejeras') en todo el Reino Unido con motivo de la boda real.
"Es una oportunidad para todos de estar juntos, y pasarlo bien festejando un acontecimiento realmente hermoso", afirmó John Millard, de 70 años, que conoce a los Middleton desde hace varios años, cuando se instalaron en Bucklebury. "Es extraordinario que algo así haya ocurrido en nuestra región", añadió Millard.
Los padres de Kate, Michael y Carole, que se conocieron cuando trabajaban ambos para una compañía aérea y luego se hicieron millonarios al montar una empresa de venta de artículos para fiestas, aún viven en esta localidad, que fue invadida el viernes por cámaras y periodistas.
Bucklebury, el pueblo de Kate donde festejan que tendrán una reina
BLUCKBURY, 27 abril 2011 (El Clarín).- El secreto del matrimonio real entre el príncipe William y Kate Middleton está en las onduladas y verdes praderas de Bucklebury. Se ven más espléndidos “ponies” que gente. Esa mutua pasión por los caballos puede romper cualquier barrera social entre la Casa de Windsor y su nueva familia política de clase media del condado de Berkshire, a pocos kilómetros del Silicon Valley británico, que adora las carreras, como ellos.
El pequeño pueblito de Bucklebury está de fiesta. No sólo porque disfrutan un inesperado fin de semana de verano al aire libre sino porque celebran que Kate, “la hija de los Middleton” y a quien vieron jugar y crecer, será su reina . Para ellos es “la hija de Carole y Michael” o “los Middleton”, con quien se encuentran en el pub The Old Boot, comparten una copa de vino en el Bladebone Inn o hacen cola en la carnicería de Mister Fidler, reputado por la calidad de su carne de faisán, visón, camello, todo pesado bajo las viejas medidas métricas británicas. Por el furor de la boda, el pueblo y sus habitantes se divierten con inusual celebridad y fotografían a los periodistas y turistas japoneses que llegan a visitarlos.
Lunes de Pascua. Bucklebury no tiene siesta. Es el precio de su fama y su nuevo nombre: “Middleton Country”. The Old Boot, un pub del siglo XV donde Kate y el príncipe William comen como si fueran ciudadanos comunes frente a la chimenea muchos sábados o domingos, es una romería internacional .
John Healey, su dueño e invitado de honor a la boda real, no pierde ni el humor ni la paciencia ni para un minuto de trabajar. Su jardín ha sido copado por las cadenas de televisión NBC , CNN y periodistas de todo el mundo. Ser un invitado royal no cambia a John Healey, que habla y sigue sirviendo cerveza, a un pub desbordado y lleno de risas. “Conozco a Kate desde hace 15 años, cuando llegaron aquí con sus padres y a William hace seis. Son mis amigos y mis clientes”, explica. “Relajados, normales, hablan con todos.
Estuve con Kate dos semanas atrás y la vi calma . Ahora es Bucklebury el que tiene que calmarse, después de la boda”.
Está Hash Singadia, el indio y dueño del almacén del pueblo, invitado a la boda junto a su esposa Chan, que irá vestida con su sari, quien muestra su invitación orgullosamente. Sólo faltaba en el pub Ryan Naylor, el cartero del pueblo, que trasladó con absoluta discreción innumerable correspondencia entre Kate y el príncipe.
“ Lovely , absolutamente encantadora”. Si Gran Bretaña no fuera una monarquía democrática, uno podría creer que los comentarios sobre Kate o su pareja son los que se escuchan en Cuba cuando se les pregunta a los vecinos públicamente sobre Fidel Castro. Un cordial pacto de silencio, discreción y buenos modales une a todo el pueblo en torno a Kate, William y los Middleton.
Ni una palabra de más, ni un solo chisme , ni un desagradable comentario sobre esta familia casi perfecta. Hasta una puede creer que “Perfect Kate” , como la llamaban impiadosamente en el colegio, es cierto. En sus ocho años de relación royal , los Middleton lograron no sólo proteger a Kate de cualquier intrusión periodística sino de guardar todos su secretos, si los hay. Nadie pero nadie los cuenta. Se lo deben a la solidaridad de sus vecinos de Bucklebury.
“¡Han tenido una suerte! Absoluta discreción”, se jacta Linda Tillotson, la decoradora de interiores del pueblo, que se limita a una sola indiscreción: los Middleton no han redecorado la casa desde su incorporación al mundo de la nobleza.
John Burnt es un solitario y retirado republicano, a quien poco le importan los privilegios royal y no cree en la monarquía.
La única voz disidente en el pub Bladebone Inn, cuyo dueño Simon Kelly respeta religiosamente el pacto de discreción. “Yo vi el documental de la familia Middleton. ¡Maravillosos! Carpinteros, mineros, maestros, azafata, navegante. Gente ordinaria, común, trabajadora”, describe entre risas. Viejo vecino, él cuenta una verdadera primicia: Lady Di solía vivir en las cercanías del pueblo cuando era adolescente . Fue cuando su madre se había casado con Peter Shand Kiddy y ella pasaba algunos fines de semana cuando estaba pupila en el colegio de Kent.
Los Middleton tienen protección policial. Un policía del Departamento Real, en bermudas, ofrece un buen acuerdo para fotógrafos que no pueden acercarse más que a 100 metros de la entrada del campo familiar. La fronda primaveral impide su visión desde la calle. Kate pasa el último fin de semana de soltera en la casa de sus padres, a mitad de camino en The Avenue, un boulevard de viejos robles que la familia Fairfaix plantó para impresionar a la reina Elizabeth I durante su visita y disimular que su riqueza no era tanta como ellos creían. Su descendiente, el príncipe William recorrió el mismo camino para saludar a sus próximos suegros el Domingo de Pascuas. Esta vez no pudieron huir de los paparazzi y pasear a Ella, su spring spaniel, y a Telly, su perro labrador dorado, por la única calle del pueblo como lo hicieron una semana atrás. El “Middleton factor” va a forzar a la familia a mudarse. Su casa tradicional, con cuatro dormitorios, es demasiado pequeña para el séquito que acompañará a Kate cuando los visite y muy cercana a la ruta, por razones de seguridad. Ellos ya han contactados a las inmobiliarias para encontrar una mansión a medida de su nuevo protagonismo.
Fotos: El pueblo de Bucklebury / John Healey / Hash Singadia / Linda Tillotson (Noel Smart)