YAKARTA, 2 agosto 2011 (EFE).- Oleadas de indonesios persiguen su cura con la  "terapia del tren", método peligroso que consiste en sentarse entre las  vías del ferrocarril y agarrar con las manos los raíles para que el  cuerpo reciba la corriente eléctrica que creen saludable. 
Estos indonesios aquejados de reumatismo, escoliosis, artritis,  hipertensión, insomnio y otras dolencias, creen que de la supuesta  energía eléctrica que aseguran transcurre por las vías tiene efectos  curativos.
Nadie sabe con certeza quién fue el promotor e impulsor de esta  extraña manera de arriesgar la vida, pero lo cierto es que a diario  antes del atardecer y desde hace más de un año, decenas de personas se  sientan entre los raíles próximos a la estación de Cengkaren, en el  arrabal metropolitano de Rawa Buaya, para probar si mejoran de sus  males.
Las habladurías han hecho tan popular la estación que hasta esta  viajan enfermos procedentes de muchos rincones de la isla de Java,  incluso desde los más apartados.
Uno de los practicantes habituales de este método que se identifica  como Subiarsa, de 43 años, asegura a Efe que la "terapia del tren" le ha  curado los dolores que sufría en una de sus piernas.
"La gente viene aquí a aliviar muchos males: diabetes, dolores  musculares, migraña...", apunta convencido Subiarsa, quien cree que "las  descargas de electricidad mejoran cualquier achaque".

Aquellos que confían en el supuesto poder curativo del método  ferroviario tampoco saben explicar el motivo por el que la estación de  Cengkareng se ha convertido en centro de peregrinaje, aunque alguno  apunta que no ha sido escogida por sus propiedades únicas, sino por el  hecho de que por esta pasan pocos trenes.
Los incrédulos atribuyen este fenómeno a la desesperación y culpan a  las autoridades de que los indonesios más pobres recurran a estos  métodos sin base científica para buscar algún alivio a sus dolencias.
Dwinanto Negroho, un profesor oriundo de Yakarta, considera que  "estos métodos son absurdos, en realidad, una bofetada para el  Gobierno".
"La sanidad es tan cara que la gente tiene que ingeniar nuevas fórmulas con las que intentar curarse", señala Negroho.
Mientras aumenta el flujo de personas que se aferran a los raíles de  Cengkareng, las autoridades claman que han advertido hasta la saciedad y  sin ningún éxito de que sentarse en las vías es peligroso y de que  además no es una terapia curativa.
El jefe de estación de Cengkareng, Suari, afirma que la afluencia  hasta esos tramos de la vía férrea de personas que han oído hablar de  sus propiedades, tiene prácticamente desbordados a los empleados.
"Cada día varios funcionarios se acercan a las vías del tren para  explicar a la gente los peligros que afrontan y advertir de que, además,  lo que hacen contraviene la ley", explica el jefe de la estación.

La última normativa de la red estatal de ferrocarriles indonesios y  aprobada hace unos cuatro años establece que nadie puede utilizar las  vías del tren para fines que no sean de transporte.
Pero la gente hace oídos sordos a los avisos y regresa, algunos casi a  diario, para pasar el rato o para sentarse entre los raíles a su paso  por esta barriada, que a raíz del fenómeno dicen que se ha tornado mucho  más animada.
La Policía, ocupada con otros menesteres, alega que se trata de un  problema social que nada tiene que ver con la seguridad pública, aunque  los agentes de patrulla observan sin alterarse como algunas personas se  tumban entre las vías para probar la terapia.
En un improvisado ambulatorio que sirve también de almacén, han  amontonado almohadas que emplean para seguir una terapia de una forma  algo más confortable, paraguas con los que resguardarse de la lluvia o  de los ardientes rayos de sol y cubos con agua, utilizados por aquellos  que creen que mojando el espacio elegido conseguirán que por su cuerpo  pase más corriente eléctrica.
La "terapia del tren" es uno de los absurdos métodos para aliviar  dolores a los que recurre la sociedad indonesia más desfavorecida, por  lo general con alto nivel de ignorancia.
Unos practican el "kerokan", que consiste en frotar monedas en la  espalda para combatir la gripe, o el "jamu", pócimas que dicen sanan las  dolencias físicas.
Indonesia, donde no toda la población puede acceder al sistema  público sanitario, gasta el 2,5 de su Producto Interior Bruto en  Sanidad, con lo que es uno de los países del mundo que menos invierte en  la salud de su población, según datos de la Organización Mundial de la  Salud (OMS).
 Foto: Indonesios persiguen su cura con la "terapia del tren" (Agencias).