MÉXICO, 27 abril 2000 (El Universal).- Tener un hijo de un alemán atlético, de 1.90 metros, comprometido con el medio ambiente y sano, ya no es un sueño. Ahora se puede elegir. Con la emoción deseosa de quien lanza una botella al mar, Connie y Mauricio se atrevieron a pedir al banco de semen: “Queremos un niño sin alergias ni padecimientos como síndrome de Down; blanco y de preferencia alto”. Puesto que él no podía procrear debido a su baja calidad espermática, la joven pareja optó por la fertilización in vitro, mediante un donador de espermatozoides del que a la postre sería concebido Emiliano, hoy de seis meses de vida. Ésta es una historia de bebés a la carta. Después de doce años de matrimonio, diversos tratamientos de inseminación artificial y un intento fallido de adopción, recurrieron al Centro de Fertilidad Humana de México —que incluye un banco de semen—, donde les ofrecieron un menú a base de origen étnico, peso, estatura y estructura ósea, tipo de sangre, color de ojos y tez, color y tipo de cabello, y hasta religión y ocupación del donador del esperma: todo por 4 mil 770 pesos, o aún menos, si escogían un donador vernáculo, en cuyo caso pagarían 3 mil 250 pesos. Mauricio siempre quiso ser alto, de modo que para él era indispensable que su futuro hijo lo rebasara en estatura: eligió el perfil de un uruguayo de 1.80. Connie pensaba más en la salud del pequeño, particularmente, que no tuviera alergias. Para ella cuadraba también el uruguayo, quien además los cautivó porque era soltero, pesaba 80 kilos, con una estructura ósea mediana y tez blanca, ojos azules y pelo lacio y rubio. Era chef y tenía un carácter alegre, sociable, tranquilo y paciente. ¿Sus pasatiempos? Leer, cocinar, nadar. ¿Sus metas personales? Conocer otros países, escribir un libro y vivir feliz. Tal cual se le describía, aunque, como todo donador, era anónimo. “¿De dónde serán...?” El servicio al que recurrieron Connie y Mauricio en el Centro de Fertilidad Humana de México también se ofrece en 30 centros de reproducción asistida privados (incluido éste) distribuidos en el país, que cuentan con bancos donde se depositan, congelan y almacenan los espermatozoides hasta 15 años. “Es semilla de calidad”, presume el ginecólogo Alfredo Góngora, especialista en reproducción asistida. Mauricio dice que la suya fue “una decisión que veníamos pensando desde hace tiempo; el desgaste con médicos e incluso con instituciones para adoptar fue mayúsculo; acudir a un banco de semen requirió mucha madurez como pareja”. No habían querido revelar a su familia el método al que se sometieron para concebir a su hijo. Es hasta hoy cuando deciden abordar francamente el tema —siendo ya una familia integrada—, mientras uno y otro sostienen en brazos a un bebé saludable, tranquilo, sonriente y amado. Emiliano Sánchez Gómez nació el 2 de octubre de 2008, es blanco como su mamá, no padece alergia o enfermedad alguna, deja dormir a sus padres toda la noche y ellos lo describen como un niño modelo, que superó sus expectativas; tanto, que en octubre próximo ella emprenderá el mismo camino para su segundo embarazo, en un “plan de hermanos”, con otro de los cinco embriones que fueron fecundados por el mismo donador, el uruguayo, y que permanecen criopreservados en el banco de semen. Para ello deberán pagar el almacenamiento de dichos embriones, 2 mil 960 pesos anuales. En la primera fecundación les fue indiferente el género; esta vez Mauricio prefiere una niña. En busca de especímenes El complejo camino de los bebés de diseño inicia con un donante de semen que es sometido a una entrevista como primera fase del protocolo básico: ¿Cómo es su personalidad?; ¿Sus intereses y talentos? ¿Afinidad por áreas como matemáticas, mecánica, actividades atléticas, creatividad artística, música, lenguas? ¿Ambiciones y metas? ¿Por qué desea donar? Este cuestionario fue el primer filtro por el que pasó Eduardo, de 19 años, quien comenta que los estándares de calidad son rigurosos y el compromiso con el banco debe respetarse. Los requisitos son estrictos, incluidos los de tener de 18 a 30 años; no padecer —como tampoco familiares directos suyos— trastornos genéticos mayores ni enfermedades hereditarias como asma, diabetes, epilepsia o hipertensión arterial; ser ceronegativo para el virus de inmunodeficiencia humana, sífilis y herpes, y poseer un semen capaz de sobrevivir a la criopreservación espermática; ésta incluye el depósito, congelamiento y almacenamiento de los espermatozoides que serán utilizados en inseminación artificial, fertilización in vitro u otros procedimientos de reproducción asistida. Los espermatozoides son preparados mediante técnicas como el lavado con soluciones o gradientes de diferentes densidades que eliminan del eyaculado restos celulares, bacterias, leucocitos, espermatozoides muertos y lentos, con el fin de seleccionar los de mejor calidad. Una prueba habitual es la swim up, donde los espermatozoides deben desafiar una pendiente de 45 grados nadando hacia arriba en medio de un cultivo, depositados dentro de un tubo de ensayo. Factores como estrés, tabaquismo, consumo de drogas, la exposición a contaminantes ambientales y el consumo de cierto tipo de alimentos con hormonas condicionan la calidad espermática, de modo que “en el año 2008, el 92% del total de donantes en el Centro de Fertilidad Humana, fue descartado por no cumplir los requisitos necesarios”, precisa Alfredo Góngora. Eduardo recibe como estímulo (la Ley General de Salud especifica que la donación se regirá por principios de altruismo, ausencia de ánimo de lucro y confidencialidad) becas para cursos de computación, inglés y francés financiados por el Centro de Fertilidad Humana de México, mientras que en algún otro centro de fertilidad los donadores reciben 500 pesos por donación. Como donador, para Eduardo no fue requisito tener cierta estatura, ni tez y ojos de determinado color, pues en principio no se discrimina a los donantes por sus características físicas. En cambio, debió especificar cuántas parejas sexuales tuvo en el último año, la frecuencia de su ingesta de alcohol, si consumía drogas y de qué tipo, y si padecía alergias e inmunizaciones. ¿Nacen los niños imaginados? Entre las características físicas que se ofrecen a los futuros padres en un catálogo ampliado se mencionan detalles que pasarían desapercibidos para la mayoría: un lóbulo de la oreja junto o separado; un mentón poco partido o muy partido; dientes pequeños, promedio o grandes; cejas juntas, abiertas, con poco o mucho arco, y nariz redonda, derecha, ancha, pequeña, mediana, grande, cóncava o convexa. No siempre la realidad se acerca a lo fantaseado: “El recién nacido resultante por estas técnicas puede no parecerse de manera total físicamente al varón de la pareja en tratamiento, ya que en la actualidad no existe ninguna técnica que pueda ser empleada para predecir los rasgos físicos al 100%”, advierte Julio Francisco de la Jara Díaz, coordinador de la clínica de infertilidad del Instituto Nacional de Perinatología. Pero en su avance vertiginoso, la ciencia y la investigación permiten “evitar enfermedades cromosómicas como la hemofilia o determinar el sexo”, y “en algunos años se podrá tener mayor control en la proclividad a nacer con piel clara u oscura u ojos azules, o en que se inhiban genes como el de la diabetes”, explica Francisco Rocha Cárdenas, director de Laboratorios del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI). Por ahora, quien recurre a un banco de semen puede acceder a una foto del donador cuando niño. Los futuros padres también pueden leer las cartas que los donadores les dedican sin conocerlos. Una de ellas, escrita a mano dice: “Por favor cuiden mucho de él, pienso que va a ser muy inteligente, dénle lo mejor, háganlo feliz, disfruten de la hermosa familia que formarán y por nada del mundo abandonen el anhelo de ser padres. Mucha suerte”. Muchas mujeres resueltas a ser madres solteras desafían la concepción convencional de familia. Es el caso de Miriam Acosta: recurrió a un banco de semen y hoy tiene una hija de un año. Entre diciembre 2003 y 2008 fueron atendidas 6 mil 28 mujeres en el IVI, 589 de las cuales eran solteras. En su mayoría, dichas mujeres buscan “un bebe bonito, que les pueda dar una aceptabilidad social mayor y que de alguna manera pueda condicionar que su hijo sea aceptado en todos los medios”, dice el ginecólogo Mauricio Osorio, especializado en reproducción asistida. ¿Quién es el padre? Mauricio es quien lleva al parque, baña, viste, da de comer y lleva al médico a Emiliano pues Connie, su esposa, es la única que trabaja por ahora. Afirma que “padre es quien se desvela, aquél que mece la cuna”. Para él, lo importante de ofrecer su testimonio es que la gente que en este caso “tiene tabúes, luche contra ellos, para lograr ser felices mediante la paternidad, dándose la oportunidad de dar vida y educar”.
lunes, 27 de abril de 2009
Miles de matrimonios piden bebés a la carta: historia de un caso
9:14:00 p.m.
México