Los cuatro peticionarios posaron sus manos sobre libros delante de cientos de transeúntes y cada uno se amputó la falange superior de su meñique con un cuchillo de carnicero y a continuación lo engulleron.
La policía detuvo a los cuatro y a continuación los expulsó de Pekín.
En la capital china residen decenas de miles de estos peticionarios que acuden a Pekín en busca de justicia contra casos de corrupción, desempleo o expropiaciones de terrenos en sus provincias acogiéndose a una ley de época imperial.
En los últimos años las autoridades chinas se han deshecho de ellos de forma ilegal, recurriendo a la contratación de bandas que se dedican a perseguirlos, encerrarlos en cárceles ilegales, maltratarlos y devolverlos a sus provincias de origen.
El aumento de estas incidencias es un reflejo, en opinión de los expertos, del creciente descontento entre la población china debido al cada vez mayor abismo entre ricos y pobres.