sábado, 11 de diciembre de 2010

Revierten el proceso de envejecimiento



LONDRES, 10 diciembre 2010 (BBC).- La semana pasada científicos de la Escuela Médica de Harvard lograron revertir el proceso de envejecimiento en ratones ancianos. Por favor no se emocione con la noticia, a menos de que usted sea un ratón, por supuesto.

La aplicación de ese proceso en humanos todavía tomará mucho tiempo. E incluso si algún día es posible, el hecho de que una población pueda vivir para siempre podría ser muy problemático.

La investigación hecha en Harvard será recibida con beneplácito por dos grupos de gente completamente diferentes.

Por un lado, y probablemente sin pensarlo mucho, por aquellos que impulsan ese ideal de las mujeres de no perder su apariencia juvenil aunque envejezcan.

Nadie "pierde" su apariencia, sencillamente cambiamos a medida que pasa el tiempo.

Pero debido a una norma universalmente aceptada dentro de nuestra cultura, la belleza viene con un premio.

Especialmente en las mujeres, la belleza ofrece una vida más fácil, más atención, más oportunidades, amigos, amantes, más gratificación.

Yo lo sé, porque lo he vivido. Hubo un tiempo en que fui bonita, pero ahora los jóvenes me ofrecen el asiento en el metro. La vida trae muchos cambios y envejecer requiere adaptarse a ellos.

Para las mujeres de 40 o 50 años es difícil aceptar que las arrugas comienzan a aparecer. Y por eso son el blanco preferido de la industria multimillonaria de cosméticos y cremas que produce anuncios publicitarios glamourosos prometiendo retrasar el proceso de envejecimiento del cuerpo femenino.

Y cuando escuchan la noticia del ratones geriátricos, sus esperanzas crecen.

Pero la promesa de la eterna juventud ha engañado a muchos. El cuerpo humano envejece y tenemos que acostumbrarnos.


¿Vida eterna?

Otro grupo que seguirá atentamente la noticia de Harvard son los científicos en todo el mundo que están comprometidos con la investigación del envejecimiento y cómo ocurre este proceso.

Para las mujeres de 40 o 50 años es difícil aceptar que las arrugas comienzan a aparecer. Y por eso son el blanco preferido de la industria multimillonaria de cosméticos y cremas
Joan Blackwell
La intervención médica en el pasado parecía limitada a curar las enfermedades que nos matan. En mi niñez, la difteria y la escarlatina mataban a la gente y tuve amigos discapacitados por poliomielitis y tías deformadas por raquitismo.

Parecía que aceptábamos que grandes enfermedades asesinas atacaban a gente de mediana edad y cuando era niña pensaba que el principal asesino era el cáncer, al que entonces nos referíamos de forma general y con un susurro como "la gran C".

Después llegaron los grandes avances en higiene y medicina que acabaron con esa mortalidad. Con una combinación de mejor estilo de vida, ciudades más limpias y los beneficios de un servicio de salud gratuito, la gente comenzó a vivir mejor.

Hoy escuchamos continuamente sobre los avances en tratamientos para enfermedad coronaria, cáncer de mama, insuficiencia renal, y estamos convencidos de que cuando se nos diagnostique algo negativo se utilizará toda la fuerza del conocimiento médico en nuestro beneficio.

Hace unos años conocí a alguien que estaba invirtiendo su dinero en el movimiento criogénico, dedicado al congelamiento del cuerpo después de la muerte para mantenerlo así hasta que la ciencia encuentre la solución de la vida eterna.

A lo que no se le prestó mucha atención fue a dos desventajas serias: cómo será el mundo cuando lo descongelen y por qué se van a molestar en descongelarlo si al fin y al cabo usted ya pagó y mientras permanezca congelado no tiene forma de quejarse.

¿Quién va a querer revivir a un montón de individuos húmedos y pasados de fecha que no tendrán mucho que hacer y que empeorarán el problema de sobrepoblación?

Pero es cierto que si bien la mayoría de nosotros no quiere vivir para siempre, a muchos nos gustaría vivir más tiempo. Pero al mismo tiempo nos gustaría que el planeta sobreviviera así como lo conocemos. Y surge una contradicción al contemplar la posibilidad de que todos vivamos por mucho más tiempo y que los suministros del planeta son finitos.

A menos de que aprendamos a comer arena, tenemos que recordar la suerte con la que corrieron comunidades en lugares como la Isla de Pascua, donde la población fue densa y ahora no quedan más que ruinas vacías.


Posibilidad tentadora

Por supuesto que la perspectiva de vivir más años es tentadora. Vivir para ver a mis nietos casarse, ver crecer a su máximo el árbol que plantaste, mirar cómo nuestros ríos vuelven a fluir con agua limpia y llenos de peces.

Pero también está otra posibilidad que muchos vemos a diario en nuestras comunidades. La de vidas vividas en aislamiento, cuando ya no somos capaces de ganar un sueldo, cuando se rechazan nuestros esfuerzos para mantener un vínculo con la sociedad, con familias que viven lejos o son indiferentes, o ambas cosas.

La visitas ocasionales o erráticas de un cuidador, la comida medio cocinada y fría que nos darán quienes no quieren estar mucho con nosotros, la casa que una vez mantuvimos orgullosos ahora en mal estado, el jardín cubierto de maleza.

En lo que respecta a nuestro cuerpo, Shakespeare lo dijo muy bien: "es la segunda niñez y el olvido total, sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada".

Hay más en la vida que carne y mientras la ciencia intenta de forma brillante mantenernos cada vez más en mejor forma y más alertas, necesitamos algo más. Y no existen especialistas para ello.

Todos sabemos lo que es. En nuestros hogares es confort y calor -literalmente, con cobijas y calefacción adecuada- pero también en nuestro corazón, con amistad y risa, cuentos e ideas, recuerdos y nostalgia, compartiendo viejos álbumes de fotos, recreando comidas favoritas.

Todas estas son las baratijas de la vida diaria, las cosas que los jóvenes desechan por triviales mientras corren apresurados con su ocupada agenda.

Pero ellos también, esperamos, algún día serán viejos y necesitamos crear un modelo adecuado para cuando sea su turno. Después de todo, todo el mundo está envejeciendo en cada momento de su vida, la única diferencia es que algunos llevamos más tiempo haciéndolo.