TOKIO, 13 marzo 2011 (El Clarín).- Devastados por el peor terremoto en 140 años, los japoneses se alarmaron ayer por una explosión en una central atómica. El gobierno reconoció fugas radiactivas. Tokio parecía una ciudad fantasma.
No había ayer otro tema de conversación en Tokio. ¿Será la fuga nuclear mucho mayor de lo que el gobierno dice? ¿Podría llegar a la capital? Mientras centenares de miles de personas seguían ayer desamparadas entre las aguas del tsunami, sin víveres o siquiera la certeza de que alguien acuda a su rescate, toda la atención se centraba en la central nuclear Fukushima 1.
El peligro de una fuga radioactiva era tan evidente que los japoneses mantuvieron la respiración durante todo el día . Y aún siguen haciéndolo.
“Me da mucho miedo lo que pueda pasar con el reactor nuclear, pero no tenemos alternativa, necesitamos esa energía para mantener nuestros negocios y salir adelante”, explicaba a Clarín Hiro Shinawa, un empresario. “Puede ser un desastre, espero de verdad que el gobierno lo tenga bajo control”, deseaba otra joven estudiante. El minuto a minuto de la planta nuclear fue seguido con enorme intensidad y preocupación. De hecho, varios lugares, como el emblemático barrio de Shinjuku, célebre por sus neones y su bulliciosa vida nocturna, pasaron la noche a oscuras o con severos cortes eléctricos, provocados precisamente por el cierre de 11 plantas nucleares en el país.
Era sábado noche y Tokio parecía una ciudad fantasma.
La falta de información y la constante contradicción entre hechos y palabras del gobierno, quien llamaba a la calma al tiempo que extremaba las precauciones, originó en Tokio una ola de rumores cada vez más insistentes. Todos apuntaban a que la situación es mucho más alarmante de lo que las autoridades reconocen. Con una población global de 35 millones de personas, Tokio se asienta a sólo 270 kilómetros del reactor.
Si se produjera una fuga de mayor magnitud y los vientos soplaran hacia el sur, la capital podría sufrir una evacuación masiva y un ola de pánico a gran escala.
Pero a pesar del desconcierto y la rumorología, Tokio demostró ayer que nadie como ella es capaz de hacer ver un día después del peor terremoto de su historia que apenas ha pasado nada. A primera hora de la mañana, el aeropuerto de Narita, el más grande de la capital, retomó parte de su tráfico aéreo, a pesar de estar asentado sobre una isla artificial en la costa del Pacífico y de que el alerta de tsunami seguía activo . Lo mismo pasó en la capital. El transporte público se fue recuperando a lo largo de la jornada y a media tarde la ciudad pudo retomar un cierto aire de normalidad. Ese era el objetivo ayer de los tokiotas: recuperar el ritmo de vida que les cercenó el terremoto, intentar resarcirse de la tragedia, vencer el pánico.
Encontrar rastros visibles del temblor en los edificios de la capital era un juego de precisión en el que no siempre era posible acertar. Barrio por barrio, la apariencia del mobiliario urbano, de las aceras, de la fachadas, es impecable. Tokio está tan acostumbrado a los terremotos, su regulación de seguridad en la construcción de los edificios es tan estricta, que más allá del puñado de tejados que se derrumbaron en el momento del sismo, hay escasos rastros de desolación. La única forma de encontrar una huella de destrucción en Tokio es hurgar en los sentimientos de sus ciudadanos.
“Fue horroroso. A mí me agarró en el trabajo y al instante llamé a mi familia. Los teléfonos no funcionaban y pasé muy mal rato”, recordaba uno de los pocos tokiotas que se animaron ayer a salir a la calle. Porque si bien nadie tuvo que pasar la noche en la calle, como sí ocurrió la jornada anterior por falta de medios para regresar a casa, lo que hicieron esta vez los tokiotas es encerrarse en sus hogares a esperar la evolución de los acontecimientos. En especial, comprobar si el “riesgo elevado” de otro gran terremoto y posterior tsunami que había anunciado durante la tarde el portavoz del gobierno, Yukio Edano, se hacía realidad. No fue así, pero por si acaso la gente hizo acopio de víveres en los supermercados.
A última hora de la noche era casi imposible encontrar alimentos frescos como carne, pescado y lácteos.
Incluso algunos sitios carecían de agua embotellada. También contribuyeron a la escasez los enormes atascos de tráfico y los problemas de distribución de las granjas y fábricas que abastecen a Tokio desde el interior del país.
“Hoy no pasa nadie por la calle, casi no tengo trabajo y el restaurante lleva todo el día vacío. Me temo que la cosa va a seguir así por lo menos una semana”, resoplaba resignado el promotor de un restaurante, plantado en la plaza de Akihabara, el corazón de las compras y la diversión para los adolescentes tokiotas. No era el único. Muy pocos restaurantes daban signos de vida. Ni las adolescentes vestidas de dibujo manga eran capaces de atraer a los bares a los transeúntes, y pululaban arriba y abajo resignadas a una inacostumbrada soledad. Hasta los pachinkos , las enormes y ruidosas salas recreativas en las que los japoneses adoran jugarse sus yenes, exhibían persianas cerradas y carteles avisando de que no reabrirán “hasta que las condiciones sean idóneas”.
De hecho, uno de los grandes problemas que afronta la capital es el estancamiento económico que sufre desde hace ya 48 horas. Prolongar la inactividad durante muchos días más podría ser fatal para los pequeños comercios que nutren cada rincón de la ciudad. Algo para lo que no hay alternativa hasta que no se despeje el riesgo de fuga en la central de Fukushima o se reduzca el riesgo de un nuevo gran terremoto.
“Tengo familia en la zona afectada, pero por suerte están algo lejos de Sendai (la ciudad más cercana al epicentro). Pude contactar con ellos y están bien, el problema es que me gustaría ir a verles y no hay forma de acceder allí”, explicaba otro ciudadano, todavía “impresionado” por el sismo del viernes.
Por ahora, sólo está permitida la circulación de los 50.000 soldados desplegados ya en el lugar. Unos 190 aviones y 25 barcos les sirven de apoyo para las tareas de búsqueda de sobrevivientes y limpieza de escombros. Su trabajo será clave para empezar a vislumbrar la magnitud real de la catástrofe en un país que vuelve a palpar la tragedia 67 años después del holocausto atómico de Hiroshima y Nagasaki.
Video:Explosion en la Planta Nuclear de Fukushima, Japón, 11 marzo 2011.
Imagen: Portada del Diario El Gráfico, México, 12 marzo 2011.
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domingo, 13 de marzo de 2011
Tras el terremoto y el tsunami, Japón enfrenta el terror nuclear
2:01:00 a.m.
Desastres naturales