MELBOURNE, 26 octubre 2011 (AP).- Los descubrimientos sugieren que quien hace dieta y recupera el peso perdido no sólo recae en malos hábitos, sino que está luchando contra una persistente urgencia biológica.
"La gente que aumenta nuevamente de peso no debería ser dura consigo misma, ya que comer es nuestro instinto más básico", dijo en un correo electrónico Joseph Proietto, de la Universidad de Melbourne en Australia, y un autor del estudio. La investigación aparece en la edición del jueves de la revista New England Journal of Medicine.
La recuperación del peso perdido en un problema común que enfrentan quienes realizan dietas. Para estudiar qué lo provoca, Proietto y sus colegas inscribieron a 50 pacientes obesos o con sobrepeso en un programa de dieta de 10 semanas en Australia. Querían ver qué ocurriría en la gente que perdió al menos 10% de su peso corporal. A la postre sólo 34% de los pacientes perdieron esa cantidad y se mantuvieron en el estudio el tiempo suficiente para realizar un análisis.
El programa fue intenso. En promedio, los participantes perdieron casi 13,5 kilogramos (30 libras) durante las 10 semanas, más rápido que el consejo estándar de reducir entre 0,5 y 1 kg (una o dos libras) por semana. Consumieron de 500 a 550 calorías diarias, utilizando un suplemento alimenticio llamado Optifast más vegetales durante ocho semanas. Después agregaron gradualmente a su alimentación comida común.
A pesar de recibir asesoría verbal y por escrito sobre cómo mantener su nuevo peso, aumentaron nuevamente un promedio de 5,5 kg (12 libras) en el siguiente año. Así que aún tenían menos peso que cuando iniciaron la dieta.
Los científicos analizaron los niveles en la sangre de nueve hormonas que influyen en el apetito. El descubrimiento clave vino de comparar los niveles hormonales previos al programa de pérdida de peso con los registrados un año después del mismo. Seis hormonas permanecían desequilibradas en una dirección que estimulaba el hambre.
Además, quienes hicieron la dieta reportaron que un año después del programa sentían más hambre después de comer de la que sentían antes del mismo.
Expertos no relacionados con el estudio dijeron que el efecto persistente sobre los niveles de hormonas no era sorpresivo, y que probablemente no tenía nada que ver con la velocidad de la pérdida de peso.
Las personas que perdieron menos de 10% del peso corporal probablemente mostrarían lo mismo, aunque en menor grado, dijo el doctor George Bray, del Centro Pennington de Investigación Biomédica en Baton Rouge, Luisiana.
Un mensaje clave del estudio es que "es mejor no ganar peso que tratar de perderlo", señaló Bray.
¿Por qué el cuerpo de una persona a dieta se rebelaría contra la pérdida de peso?
Se trata de un vestigio evolutivo antediluviano, cuando la pérdida de peso podía amenazar la sobrevivencia y reproducción, señaló el doctor Rudolph Leibel, un experto en obesidad de la Universidad de Columbia en Nueva York. "Así que para nada es una sorpresa" que nuestros cuerpos luchen en consecuencia durante al menos un año", indicó. "Esta es probablemente una respuesta más o menos permanente", agregó.
La gente que pierde peso significativo no sólo gana más apetito, sino que también quema menos calorías de lo normal, creando "una tormenta perfecta para la recuperación de peso", dijo Leibel.
El especialista señaló que en primer lugar evitar aumentar nuevamente de peso parece ser un problema fundamentalmente diferente a perder peso, y que los investigadores deberían poner más atención a ello.
El estudio fue financiado por el gobierno australiano, grupos de profesionales de sanidad y una fundación privada. Proietto trabajó en la junta de asesoría médica de Nestlé, fabricante de Optifast, hasta el año pasado.