LONDRES, 24 diciembre 2011 (AP).- El sexo ni se crea ni se destruye, en todo caso de transforma… “Dos milenios de vida sexual han servido para probar precisamente eso: cuanto más cambiamos, más volvemos a ser los mismos. Los mismos vicios, las mismas perversiones, los mismos pecados”.
Catharine Arnold ha hecho una inmesión histórica sin precedentes en las aguas del Támesis para servirnos en bandeja City of sin, un viaje como ningún otro a la arqueología sexual de Londres, desde el lupanar romano de Londinium (año 80 después de Cristo) al diario de bitácora de 'Belle de Jour', la investigadora científica que ejerció de 'call girl' y saltó a las portadas de los tabloides en los albores del siglo XXI.
La odisea arranca bajo los cielos grises y lluviosos de Albión, a la altura de Southwark. Maniatadas y semidesnudas, las esclavas sexuales venidas de los lugares más remotos del Imperio Romano ('princesas de ébano' del norte de Africa, sicilianas lustrosas, judías orgullosas de Palestina) esperaban su triste destino, precursoras de lo que hoy llamamos 'tráfico humano', cuando la esclavitud era el pan de cada día.
Las primeras prostitutas de Londinium no tenían derechos y era propiedad absoluta del 'leno' (el chulo) o de la 'lena' (la madam). Las casas de lenocinio profileraron en el enclave romano, y a su alrededor surgieron tabernas y otros lugares de dudosa reputación. La fama de la 'lupanaria' londinense fue tal que Catharine Arnold –que ahora prepara un libro sobre la historia del crimen en la ciudad- se atreve a compararla con lo que siglos después fue Las Vegas.
El cristianismo saca a las meretrices de la oscuridad
El viejo oficio se contagió de lo peor y lo mejor de estas tierras sombrías y embarradas. En los cementerios, la 'bustuariae' ejercían de planideras de día y prostitutas de noche, despachando a los clientes sobre las tumbas. En las lujosas termas se ofrecían entre tanto servicios extra de 'fellatrices', mujeres u hombres, a elección del cliente.
Londinium se desintegra tiempo después en los bancales del Támesis: el culto al priapo deja paso a la prostitución en la puerta trasera en las aldeas sajonas. El cristianismo saca sin embargo a las meretrices de la oscuridad y devuelve la sacrílega fama a Southwark, donde la Iglesia les pasa factura en forma de 'multas' a cambio de 'protección'.
Guillermo el Conquistador también sacará partido durante la invasion normanda del boyante negocio, que se propagó durante la época medieval hacia los callejones de Maiden Lane y Gropecunt Lane, donde ejercieron dos de las primeras prostitutas con renombre: Alice Strumpette y Clarice la Claterballock.
La Muerte Negra, que diezmó una tercera parte de la población de Londres, disparó sin embargo la clientela de los burdeles, ante la creencia de que las enfermedades venéreas daban inmunidad frente a la peste. Enrique VIII, el rey promiscuo, quiso acabar con esa orgía de sexo y muerte. Con su famoso edicto, decretando el cierre de los burdeles londinenses, intentó evitar inútilmente que se propagara la sífilis.
De los Tudor a Oscar Wilde
Estamos en el Londres de los Tudor, “un paraíso par las mujeres, una prisión para los sirvientes y un infierno para los caballos” (a decir de un visitante occasional). Durante la república 'regicida' de Oliver Cromwell, a las prostitutas se las encerraba en Bridewell y el adulterio se castigaba con la pena de muerte. La cruzada moral llegó hasta el cierre de los teatros, ahí empezó la 'mala fama' del West End.
La llegada al poder del licencioso Carlos II supuso, en opinión de Catharine Arnold, algo así como la revancha del sexo. Covent Garden es rebautizado como 'El jardín de Venus' y la libertina Fanny Hill publica sus aventuras con mujeres. El terreno está más que abonado para la era Victoriana, "la auténtica edad de oro de la prostitución, con 50.000 mujeres (y hombres) ejerciendo en las calles y en los prostíbulos".
La geografía del sexo se ensancha: del Soho a St John’s Wood, de Pically a Kingsway, la cuna de “la industria pornográfica Victoriana”. 'Mi vida secreta', las memorias más explícitas de sexualidad masculina del siglo XIX, se convierte en obra de culto al tiempo que triunfan Boulton y Park, la primera y triunfal pareja de travesties londinenses (como contrapunto al juicio contra Oscar Wilde, cosas de doble moral Victoriana).
Otro juicio, el de obscenidad contra D. H. Lawrence por 'El amante de Lady Charteley', marca el período entre guerras. “La perspectiva de la muerte da una nueva dinámica a la vida sexual de Londres y abre paso a la época de los escándalos y las intrigas”, escribe Arnold, que indaga en el impacto del caso Profumo y en el de la duquesa Argyll y su misterioso 'amante sin cabeza'.
Llegamos así a las peripecias de Brooke Magnanti, la investigadora (especilizada en salud infantil) que trabajó durante dos anhos de 'call girl' y lo contó en un blog que causó furor en el 2003. Su auténtica identidad –el enigma sexual que más ha dado que hablar en la reciente historia de Londres- no se reveló hasta el 2009, el mismo año en que la famosa prostituta Megan salió en defensa la profesión contra la útlima cruzada moral: “!Seguiremos ejerciendo el oficio más Viejo del mundo en una de las ciudades más Viejas del mundo!”.
Imagen: ElMundo.es