sábado, 17 de julio de 2010

Los uruguayos cosen sin pausa para confeccionar la bufanda más larga del mundo


MONTEVIDEO, 16 julio 2010 (AFP).- En una habitación de unos 10x4 metros, cinco mujeres hilvanan con cuidado bufandas que han llegado donadas desde los lugares más remotos del país. A su alrededor se amontonan miles de bufandas de todos los tipos, colores, tejidos y tamaños, enrolladas cuidadosamente de a 50 o 70 metros.

"Uno tiene su conciencia y viene. Mientras pueda, vengo y coso y coso", asegura Gloria, de 73 años, mientras muestra la manera correcta de unir las coloridas prendas.

A poca distancia, Eva, de 92 años y la más anciana del grupo, separa bufandas del mismo ancho para empezar a hilvanarlas, mientras llega otra voluntaria que entrega un rollo "ya medido" y pide más prendas para llevarse a su casa.

Declarado esta semana de interés nacional, el bautizado "bufandazo" aspira a quebrar el actual récord Guinness de la bufanda más larga del mundo: 54,290 km. El próximo fin de semana podrán comprobar qué tan cerca están de su objetivo de 60 km, cuando dos notarios contabilicen la cantidad de metros alcanzados hasta ahora.

Todo comenzó en febrero a partir de una idea de Gladys González, asistente social del Instituto Nacional del Cáncer, con el objetivo de recaudar dinero para comprar un vehículo para los pacientes, explicó la propia González a la AFP en medio de su oficina-biblioteca, actualmente invadida por 3.430 metros de bufandas arrolladas.

Pensando que muchos uruguayos saben tejer y que una bufanda es un artículo común en el país, González se comunicó con el Guinness y les planteó el desafío.

Lanzó la propuesta a través de un programa de radio que conduce la asistente social y junto al colectivo solidario "Respirando sueños", que colabora con el Instituto, comenzaron pacientemente a tejer y luego unir las bufandas que iban llegando, primero de a dos o tres pero luego en cantidades que los sorprendió.

"Es impresionante la respuesta que hemos tenido en el último mes. Nos llaman y llegan colaboraciones desde los rincones más remotos del Uruguay. A partir de esto se generaron actividades en todo el país, con personas internadas, grupos de liceales, geriátricos, guarderías que traen bufandas chiquititas; incluso en muchas escuelas hicieron cursos de tejido para los chicos y les enseñaron a hilvanar con lana", contó González.

"Es muy importante lo que ha generado, porque se visibilizan lo que son las patologías oncológicas y ha despertado una solidaridad muy grande. Muchas escuelas tomaron esto como un disparador de charlas sobre la solidaridad y el trabajo en equipo", añadió la asistente social.

La tarea de unir las bufandas ha sido lenta porque la mayoría de los voluntarios son adultos mayores, pero la asistente social destaca el entusiasmo mostrado por los propios pacientes oncológicos, que se embanderaron con el proyecto y aprendieron a hacer ovillos, tejer o hilvanar.

"Dentro del Instituto es una excusa para proyectar actividades para los pacientes, algo muy importante para ellos, porque mientras están en una actividad de este tipo los pacientes no precisan analgésicos", aseguró González, que no se amilana ante una meta que reconoce como "titánica".

Una vez cumplida la meta la idea es vender las bufandas a un precio mínimo de un dólar por unidad, y con lo recaudado se comprará una camioneta para trasladar pacientes a actividades recreativas y culturales.

Por el instituto pasan anualmente al menos 9.000 personas, la mayoría del interior del país.

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