Marita Lorenz llegó a Cuba para acabar con la vida del líder revolucionario, pero la vida le tenía preparado otro destino |
CIUDAD DE MÉXICO, 27 diciembre 2011 (El Universal).- ¿Qué puede hacer una persona por amor? Hay quienes entregan todo y son capaces de renunciar a cualquier cosa; incluso, a sus propios intereses, con tal de que aquella persona a la que más se adoran se encuentre bien y sea muy feliz.
Una mujer que lo entregó todo y cambió su vida de manera radical es Marita Lorenz, una espía afamada de la CIA, cuya misión era aniquilar a uno de los líderes de la revolución cubana, Fidel Castro, de quien finalmente se enamoró, viviendo una intensa historia de amor y odio que tiene un final inesperado.
Marita Lorenz nació en Bremen, Alemania, en el año de 1939. Tuvo una infancia muy difícil, pues fue enviada con su familia al campo de concentración de Bergen-Belsen, en donde sufrió abusos sexuales por parte de los soldados que se encargaban de vigilar a los ahí recluidos.
A pesar del sufrimiento, la familia Lorenz logró sobrevivir a esta adversidad y decidieron mudarse a los Estados Unidos, para iniciar una nueva vida. Su padre, quien durante años fue capitán de marina, estableció el nuevo hogar en la ciudad de Nueva York.
Heinrich Lorenz, el padre de Marita, retomó su antiguo trabajo y ella, quien en esas épocas tenía 19 años de edad, comenzó a acompañarlo en todos sus viajes.
En febrero de 1959 se le encomendó la tripulación del "Berlín", un crucero cuyo destino era La Habana, una tierra que vivía plena exaltación de los sentidos, pues no había pasado ni un mes del término de su revolución.
Justo en el momento en que el barco enclavaba en el puerto del Caribe, el comandante y líder del movimiento nacional, Fidel Castro, se encontraba haciendo una inspección del lugar y al observar las dimensiones del "Berlín" quedó maravillado. Según conspiraciones.es, Castro conversó por unos instantes con el señor Lorenz, quien le presentó a su hija.
Hay quienes aseguran que se trató de un flechazo a primera vista. Marita quedó cautivada con aquel hombre, 14 años mayor que ella (Fidel tenía entonces 33), al grado que le pidió a su padre permiso para quedarse con él, en tierra.
En ese momento, el revolucionario cubano ya se había divorciado de Mirta Díaz Balart, con quien se casó en 1948. ¿La causa? Sus constantes amoríos, al mismo tiempo, con Natty Revuelta, Celia Sánchez e, incluso, con la actriz británica, Ava Garnder.
Tras una breve estancia en Cuba, Marita y su padre regresaron a Nueva York; y no había pasado ni una semana, cuando Castro le pidió a la chica que regresara a Cuba, para iniciar una vida juntos. Marita aceptó y pronto se embarcó de nuevo.
Ambos personajes iniciaron un romance digno de cuento. Marita le contaba a su madre que Fidel era un hombre maravilloso, romántico y detallista y que no podía ser más feliz, mientras que para el comandante, oficialmente sólo era su secretaria personal. Para Lorenz, Castro se convirtió en su "cubanito barbudo", mientras que para él, ella era su "alemanita".
Pese a la fama de mujeriego que tenía el ex dictador, Marita estaba perdidamente enamorada de él y durante ocho largos meses vivieron una relación feliz y estable. Ella quedó embarazada y al quinto mes, una tragedia le cambiaría la vida. Un comando conformado, supuestamente, por agentes de la CIA la secuestraron, la drogaron y le provocaron un aborto.
Tras la desgracia, Marita volvió a la casa de sus padres, en Nueva York, en donde la madre de ésta le escribió en muchas ocasiones a Fidel, acusándole de todo lo malo que le había sucedido a su hija.
Como parte de su recuperación, se mudó a Miami, en donde años más tarde, se enrolaría a la organización que tanto daño le había ocasionado en la vida.
En 1961, la CIA entró en contacto con ella, pues supusieron que ella era el gancho perfecto para cazar y aniquilar al revolucionario cubano.
Por su parte, Frank Sturgis, agente al que Castro le tenía cierto miedo, convenció a Marita de que su ex pareja era una mala persona, el culpable de su sufrimiento y que debería vengarse, cobrándose con su vida.
La CIA le pagó seis mil dólares para viajar de nueva cuenta a La Habana y ahí reencontrarse con Fidel, enamorarlo de nueva cuenta y ya que lo tuviera en sus manos, envenenarlo.
Castro ya la esperaba y según versiones hay quienes dicen que la aguardaba con pistola en mano, pues sabía que había regresado para matarlo.
Sin embargo, Marita, al verlo, revivió ese amor que tanto le tenía y no pudo cumplir con la misión, por lo que terminó tirando las pastillas letales por el escusado.
"Fidel era para mí sólo un hombre, no el líder que es. Luego de Fidel no tuve un hombre ideal, él lo era. Estuve consciente de que nunca encontraría al hombre de mi vida que él pudo ser y todo por lo que la CIA pudo haber hecho si seguía con él", comentó Marita en alguna ocasión.
Al enterarse que la misión había fallado, la agencia de inteligencia y seguridad le pidió regresar a Estados Unidos de inmediato.
Ella, acató la orden, separándose de nueva cuenta del amor de su vida, de quien finalmente terminó por desencantarse, al conocer sus múltiples amoríos.
Marita siguió con su vida y en 1961 conoció al ex presidente venezolano, Marcos Pérez Jiménez, con quien mantuvo una relación fugaz y procreó una hija llamada Mónica Mercedes. Pérez Jiménez le tenía tal odio a Castro que decidió vengarse de él enamorando a Lorenz.
Finalmente, contrajo matrimonio con un agente del FBI, con quien vivió muchos años de felicidad. En 1981 tuvo un reencuentro con quien asegura es el amor de su vida, Fidel Castro, a quien le reveló la relación que mantuvo con Marcos Pérez Jiménez, algo que el cubano no pudo perdonarle nunca.
Actualmente, Marita, de 72 años de edad, vive en un asilo en un barrio bajo de Nueva York, esperando reencontrarse con el general que le robó el corazón cuando tenía tan sólo 19 años.