CIUDAD DE MÉXICO, 27 diciembre 2011 (EL Universal).- Cuando escuchamos que alguien ha nacido o ha sufrido de la noche a la mañana un accidente que le ha perjudicado las funciones cerebrales, pensamos en lo peor; somos fatalistas, pues creemos que aquella persona no podrá valerse por sí mismo y que difícilmente podrá salir adelante.
Sin embargo, no siempre es así, ya que el cerebro es un órgano cuyo funcionamiento es sumamente complejo y que puede llegar a alterar la función del organismo de manera inimaginable y en muchas ocasiones, de manera sorprendente.
Franco Maginiani. Este hombre nació en 1934 en un pequeño poblado italiano llamado Pontito, muy cerca de Florencia, cuya característica principal son las montañas boscosas que le rodean, convirtiéndole en un escenario único y espectacular.
La falta de empleo le llevó a Maginiani a mudarse a América y en 1965 se asentó en California. Poco le duró el gusto, pues no pasó mucho tiempo y cayó enfermo. Padeció perdida de peso, delirio y convulsiones; en un principio, los doctores creyeron que sufría de tuberculosis, de alguna enfermedad neurológica, aunque en realidad nunca supieron darle un diagnóstico exacto.
Por alguna extraña razón, desde que cayó enfermo, Franco comenzó a tener sueños constantes y muy reales de Pontito, imágenes que decidió plasmar en lienzos, mismas que al ser comparadas con fotografías del lugar, resultaban ser calcas perfectas del sitio. Paradójicamente, hay cosas que Maginiani no puede recordar con tanta claridad como sí lo hace con Pontito.
Jason Padgett. En 2002, Jason salía de una reunión de un restaurante cuando fue interceptado por dos asaltantes, quienes además de quitarle todo su dinero, lo golpearon y le patearon la cabeza incesantemente. Al llegar al hospital, le diagnosticaron una severa conmoción cerebral, por lo que le pidieron guardar reposo absoluto en casa durante varios días.
A los pocos días de su alta, Padgett se percató que veía líneas y curvas en cualquier objeto que miraba. Pensó que estaba enloqueciendo y durante tres años guardó silencio, hasta que un día se animó a plasmar en papel esas figuras geométricas tan extrañas, pero a la vez tan perfectas.
Luego de someterse a diversos exámenes clínicos, se descubrió que padecía el síndrome de Savant, el cual permite memorizar cosas en segundos, descifrar códigos y capacidades especiales para el dibujo. Actualmente estudia matemáticas para darle un mayor sentido y explicación a sus obras de arte.
Tony Cicoria. Es un cirujano ortopédico estadounidense que sufrió un accidente muy peculiar que le transformó la vida. Según El País, este doctor se encontraba en una casa cercana a un lago, en una reunión familiar, cuando se percató que una fuerte tormenta se avecinaba. Acudió a una cabina telefónica que había en el lugar a unos metros para llamar a su madre; marcó y a los pocos segundos un rayó impactó la cabina.
Cicoria asegura que en ese momento, murió por unos segundos, pues sintió como abandonó por un momento su cuerpo; al recobrar la conciencia, se negó a que lo trasladaran a un hospital, entonces lo llevaron a su casa y un médico lo revisó y para su sorpresa, lo encontró bien, parecía que no le había sucedido nada.
El hombre siguió con su vida normal y a las pocas semanas del accidente, se percató que sentía una necesidad enorme de escuchar música de piano. Recordó que de niño fue a unas cuantas clases y nada más. De causalidad, uno de estos instrumentos fue a parar a su casa y de repente, comenzó a tocarlo con gran habilidad. A partir de ese instante, se convirtió en un músico y compositor virtuoso.
Ken Walters. En 1986, este ingeniero llevaba una vida normal hasta que sufrió un grave accidente que lo dejaría parapléjico. El ver que su vida había cambiado por completo para mal, le llevó a sufrir estrés, que derivó en una fuerte depresión, ataques de corazón y un terrible derrame cerebral.
Durante su última instancia en un hospital, se percató que mientras intentaba escribirle una nota a una de las enfermeras, su mano comenzó a dibujar cosas extraordinarias. A partir de ese momento, todas las mañanas despertaba con una nueva imagen en la cabeza, las cuales plasmaba en su computadora y las subía a internet.
Empresas como IBM y Java le contactaron para comprar algunos de estos trazos que consideraron obras de arte abstracto digital. La compañía de videojuegos Electronic Arts, finalmente lo contrató para el diseño de varios personajes, obteniendo así una nueva forma de ganarse la vida.
Tommy McHugh. Durante años, fue uno de los hombres más perseguidos por la justicia del Reino Unido, tras haber cometido una serie de crímenes que azolaban a la ciudad. Durante uno de sus juicios, McHugh sintió fuertes dolores de cabeza, por lo que tuvo que ser llevado de emergencia al hospital.
Los doctores descubrieron que dos aneurismas cerebrales le habían reventado y que por tanto, era necesario intervenirlo quirúrgicamente para salvarle la vida. Al poco tiempo de esto, McHugh, quien durante años se desempeñó como albañil, comenzó a dibujar cosas asombrosas, hizo esculturas y comenzó a escribir poemas sin dificultades. El hombre, no sólo se convirtió en un artista prodigioso, también se convirtió en una persona sumamente apacible.
Jon Sarkin. Alos 35 años, esta persona parecía llevar una vida normal, hasta que un zumbido en el oído le hizo notar que algo en su salud no estaba bien. Sufrió un derrame cerebral y los doctores no daban los mejores pronósticos, pues pensaban que este hombre, a pesar de ser intervenido quirúrgicamente, moriría.
Las cosas salieron mejor de lo planeado, Sarkin fue operado con éxito y a los pocos días de abandonar el hospital, comenzó a sentir una urgente necesidad de dibujar a cualquier hora. Abandonó su profesión de quiropráctico para dedicarse de lleno a este arte, que jamás había practicado con anterioridad.
Se dedicó a hacer rostros de personas de una manera tan particular que un día se le ocurrió enviar un stocker con sus imágenes a la revista The New Yorker. Los directivos de la publicación quedaron sorprendidos y decidieron pagarle por cada una de sus imágenes. A partir de ese momento, Sarkin se ha convertido en un artista consagrado que obtiene grandes ganancias gracias a publicaciones y exposiciones.
Stephen Wiltshire. Es un dibujante inglés, mundialmente conocido por sus obras de paisaje, que de niño fue diagnosticado con autismo. Wiltshire necesita observar un lugar tan sólo una vez para plasmarlo en una pared o lienzo a la perfección.
Tuvo una infancia dura, pues a los tres años no hablaba y su padre moriría cuando él era un niño. Fue enviado a una escuela especial en donde encontró en el arte su medio perfecto de comunicación. Poco a poco comenzó a hablar y a los 10 años ya hacía dibujos que ningún niño de su edad podía trazar.
Poco a poco y gracias a algunas publicaciones, Stephen se fue haciendo de un nombre y hoy por hoy, es uno de los paisajistas más reconocidos de todo el mundo.
Leslie Lemke. Este hombre fue diagnosticado con el síndrome de Savant, pues nació ciego y con parálisis cerebral, cuestiones que no le impedirían convertirse en un gran pianista.
Tenía 16 años cuando se sentó sólo frente al piano de su madre para tocar a la perfección el concierto número uno de Tchaikovsky, pieza musical que sólo escuchó una noche antes por televisión. A partir de ese momento, se preparó para tocar el piano de manera impecable y en la actualidad es uno de los concertistas más reconocidos en los Estados Unidos, Europa y Japón.
Alonzo Clemons. De niño, sufrió una grave lesión cerebral que parecía haría estragos en su desarrollo personal, pues el promedio de su coeficiente intelectual no era más alto de 50. Sin embargo, adquirió una gran habilidad en la escultura y es capaz de crear cualquier tipo de animal, sin importar que sólo lo haya visto tan sólo unos segundos.
Clemons también puede hacer esculturas tridimensionales de animales a los cuales sólo observó por un instante en dos dimensiones. Los caballos son su punto fuerte y algunas de sus obras han sido vendidas en más de 45 mil dólares.
Kim Peek. Nació con macrocefalia, un problema que afecta el funcionamiento del cerebelo y del cuerpo calloso del cerebro, así como algunos conectores nerviosos, daño que quizá provocó que este hombre gozara de una memoria extraordinaria.
A lo largo de su vida, Kim leyó 12 mil libros, pues leía dos página en tan sólo ocho segundos, pues utilizaba ambos ojos a la vez. Recordaba el 98 por ciento de los títulos que había tomado entre sus manos y tardaba una hora en memorizarse uno de ellos, pero era incapaz de hacer otro tipo de cosas más sencillas como el abotonarse la camisa.
Fue objeto de estudios por parte de la NASA pues también podía memorizar y decir el nombre del autor de miles de piezas musicales, mientras las escuchaba por un par de segundos y era capaz de hacer cálculos matemáticos ultra complejos. Falleció a finales de 2009 de un ataque cardíaco. La película Rain Man está basada en su vida.