LONDRES, 1 enero 2012 (BBC).- Un descubrimiento casual sacó a la luz una poco conocida historia sobre cómo un oficial del ejército británico se arriesgó a enfrentar la justicia marcial para salvar una obra que el escritor Aldous Huxley alguna vez describió como "la pintura más bella del mundo".
El escritor Tim Butcher, autor de libros como Río de sangre y Persiguiendo al diablo, le cuenta a la BBC cómo se topó con lo que la memoria había perdido.
Al abrir la maleta de un hombre que había muerto en Sudáfrica, fui transportado del África de hoy, vía la Italia de la Segunda Guerra Mundial, al Renacimiento en Toscana.
Subiendo las escaleras del fondo, uno entra en un mundo de libros casi extinto en la era de online y del rigor del motor de búsqueda.
Libros de segunda mano que esperan ser descubiertos están meticulosamente catalogados y algunos cuidadosamente protegidos en armarios con puertas de vidrio.
Los empleados caminan sobre el crujiente piso de madera y suben por escaleras que los llevan a un laberinto de áticos, todos repletos de tomos.
El motivo de mi investigación era Graham Greene. Quería explorar sus vínculos con Tony Clarke, quien en 1956 fundó la que quizás es la mejor librería de África.
Clarke murió en los años 80 pero su efervescente sucesora, Henrietta Dax, me permitió curiosear unos papeles que estaban metidos sin orden ni concierto en una maleta de cuero marrón.
Tradición de lucha
De Greene, no encontré nada. Sin embargo, como ocurre a menudo con la investigación, las cartas, libretas, diarios y fotografías me llevaron por otro camino inesperado y emocionante.
Los registros eran de un joven que se hizo adulto en la Segunda Guerra Mundial.
Había mapas garabateados de El Alamein y fotografías de Clarke cuando era un joven subalterno sentado elegantemente en el Medio Oriente en 1942, junto a otros miembros de la Royal Horse Artillery o RHA (Artillería Real a Caballo británica).
La RHA es una de las unidades más elegantes del ejército -sus artilleros disparan los saludos ceremoniales en Hyde Park, en Londres- y Clarke pertenecía a la batería más antigua: la Chestnut Troop (La tropa del castaño).
Su historia les enorgullece, particularmente su lucha contra los Afrika Korps de Erwin Rommel y, más tarde, la larga misión de los aliados por Italia.
Las fotos de la campaña de Clarke están enmarcadas en blanco y negro: en una, delgados y bronceados soldados se relajan en una playa mediterránea; en otra se ve un anillo de piedras marcando la tumba de un oficial caído, un amigo, en una ladera italiana.
Destrucción del pasado
Pero fue una fotografía de reconocimiento de Monte Cassino la que me llamó la atención.
Clarke no estuvo involucrado en la pelea para expulsar a los alemanes del monasterio que queda en su cima pero en su diario describe cuán consternado quedó tras conducir bajo antiguas paredes horriblemente desfiguradas por el bombardeo.
Eso podría haber influido en lo que Clarke hizo más tarde.
Con la continuación del avance de los aliados, su unidad se instaló en una posición de ataque cerca de la ciudad de Sansepolcro.
A diferencia de otras famosas ciudades toscanas, situadas en lo alto de las lomas, está en un valle.
En esa época se acostumbraba que la artillería aliada allanara el camino antes de que las tropas entraran, y Clarke era el oficial responsable de Sansepolcro.
Sus artilleros se enterraron en el suelo, listos para disparar.
Pero una lejana campanilla timbró en su mente, una campanilla que pertenecía a una época distante de la locura de la guerra.
Recuerdo urgente
Clarke -inglés, gay, amante del arte- se acordó de un ensayo de Aldous Huxley. El autor no había sido tímido con sus superlativos al decir que había descubierto lo que llamó "la pintura más bella del mundo".
El ensayo describía el increíble poder del fresco La Resurrección, una obra maestra del renacentista Piero della Francesca.
"No necesitamos de la imaginación para que nos ayude a entender su belleza", escribió Huxley. "Está en frente nuestro, en un esplendor actual y completo, la pintura más bella del mundo".
Es posible que Clarke no recordara cada detalle del ensayo pero en el momento en el que los fusiles estaban a punto a disparar, se acordó de un detalle crucial.
La Resurrección estaba en Sansepolcro.
Silencio por el arte
No puedo más que imaginarme el riesgo que tomó Clarke al no dar la orden de abrir fuego.
Más tarde cuenta que su comandante se comunicó por radio para urgirlo a que lo hiciera así que tuvo que ganar tiempo, mirando la ciudad por sus binoculares y asegurándole al comandante que no veía ningún blanco alemán al cual atacar.
Fue un acto de valentía. Si la infantería aliada hubiera sido emboscada en el avance a Sansepolcro, su tribunal militar habría sido brutal.
Por el amor al arte, mantuvo los fusiles en silencio.
Los alemanes huyeron y la ciudad fue liberada al día siguiente sin que la obra de arte de 500 años sufriera ningún daño.
...
Al dejar su librería, pensé en Clarke. Hoy en día, tal acto habría sido publicado en los diarios y convertido en un drama de TV.
Pero todo lo que queda ahora es una calle de Sansepolcro que lleva su nombre, algunas referencias en diarios de viaje escritos luego de la guerra y una maleta de memorias en una esquina de África.
Imágenes: BBC