domingo, 4 de abril de 2010

La leyenda del Conejo de Pascua


FRANCIA, 4 abril (Le Monde).- La Pascua es celebrada de distintas formas, pero un elemento que parece común son los regalos de conejos y huevos de chocolate, que representan la vida nueva, aunque el origen de esa costumbre no es muy conocido. No es para menos, hay varias versiones.

La leyenda que más fuerza tiene al respecto sostiene que cuando llevaron el cuerpo de Jesucristo al sepulcro —que les había entregado José de Arimatea, un discípulo secreto de Jesús—, en el interior de la cueva había un conejo escondido, que observaba cómo mucha gente lloraba por la muerte del salvador.

Entonces, el conejo se quedó viendo al difunto, preguntándose quién era. De pronto, el pequeño animal observó cómo Jesucristo resucitó y se levantó para doblar todas las sábanas con las que le envolvieron. También fue testigo de cómo un ángel quitó la enorme piedra que tapaba la entrada y por la que Cristo salió del sepulcro.

A través de esas acciones, el conejo entendió que quien volvió a la vida era el Hijo de Dios y decidió anunciar al mundo que Jesús había resucitado. Pero como no podía hablar, vio por conveniente que si llevaba un huevo pintado, las personas entenderían el mensaje de vida y alegría.

Desde entonces, según la leyenda, cada domingo de Pascua el conejo sale a dejar los huevos de colores a todas las casas para recordar la resurrección de Jesucristo y que hay que estar alegres por la nueva vida.

Otra versión sobre el origen del conejo de la Pascua señala que para justificar que el conejo trae los huevos de Pascua, los padres esconden los huevos en el jardín en la mañana del domingo de resurrección e invitan a que sus hijos salgan a encontrarlos.



El conejo pascual tiene su origen en las culturas germanas y anglosajonas. Sus inicios se remontan a mucho antes de Cristo y están ligados al paganismo. Pero, sincretismo y mercado mediante, el animalito chocolatoso puede comerse el Domingo de Resurrección justo después de esos asados que parecen un estallido tras la abstinencia cárnica.

Ahora, el conejo no siempre fue de chocolate. Antes de eso el conejo era sólo conejo. Con sus patas, sus orejas, dientes y rabo, por lo general, peludo y sin un sólo confite dentro.

Aún así, el animalito era considerado por los habitantes del norte de Europa como un símbolo de fertilidad — por eso de “se reproducen como conejos”— que asociaban a la diosa fenicia Astarté. Y el mes de abril estaba dedicado a esa diosa y al festejo de la llegada de la primavera, de allí que se pusiera la atención en la fertilidad del conejo.