martes, 11 de octubre de 2011

Reykjavik, la capital más nórdica del mundo



REYKJAVIK, 11 octubre 2011 (La Nación / GDA | El Universal).- Reykjavik es la capital más nórdica del mundo, donde vive 60% de los 320 mil habitantes del país. El restante 40% se reparte bordeando las costas porque las tierras del interior -mezcla de glaciares y volcanes- son inhabitables. Con una rica historia de sagas vikingas, hoy sólo conserva de ellos sus leyendas y el idioma islandés que es el más leal al antiguo alfabeto de las runas.


Justo debajo del Círculo Polar Ártico, Islandia es el país con menor densidad de población en toda Europa y aunque su significado es tierra de hielo, no nos esperan aquí iglúes ni esquimales, su temperatura no es tan hostil como se supone y la vegetación toma el lugar que dejan los hielos cuando llega el verano.

María Martín, una estudiante argentina de Arquitectura, tuvo la suerte de poder viajar a pesar de las nubes de ceniza que pusieron al país en los diarios del mundo, este año y el pasado. Dice que pensaba que el país estaba cubierto de hielo, que la gente vivía como en el Polo Sur y que no existía el verano.

"En enero, la ciudad no estaba nevada; sólo había un poco de hielo en el campo. En Alemania, donde viajé a los pocos días, había tanta nieve en el centro que no se podía caminar. Eso sí, al salir en dirección al norte de la isla el clima fue mucho más extremo", dijo.

El final del verano nos recibió con unos calurosos 12°C y mucha humedad. Lejos quedan los ruidos de las grandes ciudades porque las calles del centro resultan tranquilas para pertenecer a una capital.

Limpia y ordenada


Reykjavik es solitaria, su atmósfera se siente desolada por momentos y cuando el movimiento comienza a despertar por Laugavegur, su paseo comercial, a los pocos metros todo vuelve a desvanecerse.

"Se van a encontrar con una ciudad muy limpia y ordenada que poco parece la capital de un país. Su conexión con autopistas la diferencia de otras capitales europeas y la hace ver como una ciudad norteamericana", dice María y realmente es así.

La quietud por momentos resulta excesiva. Las puertas de los bares irrumpen con fuertes sonidos al abrirse y una vez cerradas, las voces quedan dentro para que vuelva el silencio. Las viviendas en general son construcciones bajas y simples, en su mayoría están revestidas en chapa. Y si no son los bares, la sensación de soledad también se quiebra con aromas de cocina que emergen desde las casas, para delatar la presencia de sus habitantes. Entonces así nos convencemos de que no estamos solos.

Un recorrido por la costa es casi seguro la primera salida de todo visitante. Desde la costanera el agua se ve tan estática que sólo parecería servir de espejo al cielo. The Sun Voyager interrumpe el paseo, obliga a sacar la cámara de fotos y nos ocupa algunos minutos. En dirección al agua esta enorme construcción de acero representa un barco vikingo y no en vano es conocido como una de las piezas de arte local más fotografiadas.

Los principales puntos turísticos de Reykjavik se pueden conocer caminando y en poco tiempo, el dicho lo bueno viene en envase chico le sienta perfectamente a este lugar. Lejos del agua, casi en el corazón de la ciudad se eleva una de las construcciones más altas: Hallgimskirkja, una iglesia luterana construida entre 1945 y 1986, fiel representante de la arquitectura expresionista, que se ha convertido en uno de los íconos de esta capital. Su estructura puede verse desde cualquier punto de la ciudad y fácilmente ser usada como referencia cuando se divisa su punta a lo lejos. En el interior, un ascensor nos eleva hasta el octavo piso para darnos una vista panorámica. Es bueno saber que el campanario también está ahí y las campanas suenan cada ¡15 minutos!

Caminos que se bifurcan


A su alrededor se abren varios caminos: comienza el paseo comercial, una calle baja en dirección hacia la costa, y a pocos metros se ubica el Ayuntamiento que la separa de otra conocida construcción religiosa. El único resabio de catolicismo islandés se llama Landakotskirkja, con un estilo completamente distinto a Hallgimskirkja, pero obra del mismo arquitecto, Guojón Samúelsson, es la única Iglesia Católica de este país protestante. Conocida también como la catedral de Cristo Rey, de 1929, tiene una particular forma geométrica, con un campanario cúbico y estilo neogótico.

Un sitio muy buscado que aparece en todos los folletos de viaje es el mirador Perlan. Este edificio nos espera con una increíble vista panorámica, un rico café a la tarde o una deliciosa cena, y la visita a un museo con historia vikinga. Abierto al público en 1991, fue construido en el monte Oskjuhlid, sobre pozos que almacenan agua caliente para abastecer la ciudad.

Para los turistas también funciona como centro de referencia, igual que la iglesia Hallgimskirkja, ya que ambos se advierten a la distancia. Su terraza circular en el cuarto piso ofrece una vista completa sobre la ciudad y una planta más arriba, la cafetería y el restaurante dan la posibilidad de hacer una parada en medio del paseo con el agregado de una vista privilegiada como resumen. Por último, The Saga Museum, en la planta baja, recrea momentos de la historia islandesa con réplicas de figuras históricas basadas en descripciones de sagas vikingas.

Reno, tiburón y pancho islandés


A la hora de pagar es bueno saber que la moneda local es la corona islandesa. Su equivalencia es: 100 isk, 11.29 pesos mexicanos. Si bien Islandia es uno de los países más caros del mundo, es posible encontrar lugares donde comer no implique una gran inversión.

Hay restaurantes que ofrecen todo tipo de sopas cremosas servidas en panes; una casera para la cena puede costar alrededor de 175 pesos mexicanos. Pero para quienes prefieren degustar platos típicos, las opciones van desde cabeza de cordero hasta tiburón marinado y los precios son un poco más elevados. Locales famosos de comida rápida casi no hay, por lo que una hamburguesa a media noche no se consigue, salvo una cadena que vende combos a base de pollo.

La comida islandesa tiene la tradición de procesar los alimentos de tal forma que pudieran almacenarse durante el invierno, lo que la caracteriza con un sabor muy particular. Por ejemplo, la carne ahumada, marinada o preparada a la sal permitía que se pudiera guardar por 3 o 4 meses hasta el momento de consumirla. Hoy, el menú de Islandia nos ofrece pescado seco; flatkaka que es un pan típico plano elaborado con centeno y sin levadura; hangikjot, un plato muy antiguo a base de carne de cordero ahumada; hakarl, carne curada de tiburón -este plato debe ser bien preparado ya que el alto contenido de ácido úrico puede resultar tóxico-; salmón ahumado; skyr, a base de yogur, y para los que no se animan a probar nuevos sabores, las sopas son muy ricas, sacan del apuro y son aptas para tomar en cualquier momento del año.

Las principales carnes que se consumen son las de cordero, caballo, vaca y reno. Para probar algo típico hay que aprender a pronunciar ein med ollu, porque así se pide el tradicional hot dog y significa uno con todo. Lo que se recibe es una salchicha de carne ovina con ketchup, mostaza, remolaude (un aderezo francés muy popular en los países escandinavos) cubierto con papas y cebolla frita. Bæjarins beztu es uno de los locales más famosos cerca del puerto donde celebridades y famosos, como Bill Clinton, degustaron este tradicional pancho islandés.

Noches blancas vs. aurora boreal


Para terminar de conocer lo esencial de esta ciudad hay que darse una vuelta por el Ayuntamiento que se ubica a orillas del lago Tjörning, un edificio simple que pasa desapercibido ante la calma naturaleza del lugar. Y a orillas del viejo puerto, Harpa es la nueva Sala de Conciertos y Palacio de Congresos, inaugurada el último agosto. Una estructura moderna que alberga la Opera de Reykjavik y la Orquesta Sinfónica de Islandia.

Lo cierto es que no se puede dejar de mencionar a la gran voz de Islandia e ícono de este país: Björk, que realizará varias presentaciones de su show Biophilia, en este Concert Hall, durante este mes.

Finalmente, esto es sólo una porción de una maravillosa isla que nos hace sentir, por un rato, fuera de este mundo. El resto de Islandia son paisajes y rincones que merecen dedicarles días enteros.

"Hay que elegir bien la época para viajar", dice María, o por qué no viajar dos veces, agregamos. Quienes lo hagan en invierno tienen la ilusión de ver el espectacular fenómeno de la aurora boreal, cuando luces de colores se mueven por el cielo y justifican una larga oscuridad con una fiesta para el gran deleite visual. Enero y febrero son los más propicios para presenciarlo. De lo contrario, viajar en verano es encontrarse con otro país, escenarios naturales que jamás imaginaríamos ver y una ciudad considerada la más segura del mundo, donde los azules y celestes del cielo extienden los días al infinito