viernes, 18 de noviembre de 2011

El millonario que vendió sus propiedades y se hizo mileurista para ser feliz

MADRID, 18 noviembre 2011 (ABC).- Nos pasamos la vida queriendo ser millonarios sin pensar más allá del momento “somos ricos”. Yo, que a menudo le doy vueltas al tema y soy muy agorero, suelo decir que no quiero ser millonario porque al final tener dinero te reporta una serie de preocupaciones e inquietudes que los pobres no tenemos.

Karl Rabeder frente a su antigua mansión
Pues bien, parece que no soy el único. No sé si os acordáis de Karl Rabeder, un austriaco de 49 años otrora millonario que decidió vender todas sus propiedades hace dos años en busca de una vida más austera. ¿Le recordáis? Bueno, os refrescaré la historia ahora que ha llegado el momento de hacer balance de estos dos años de vida mileurista, después de 47 lleno de lujos.

Interior de la sala de la antigua mansión de Rabeder
¿Qué diríais, que se ha arrepentido de su vida monacal o que está satisfecho? No sé, pensad que vendió su negocio, su mansión de lujo en los Alpes, sus limusinas y deportivos, su avión privado… y donó todo al Tercer Mundo. ¿Cómo estaríais en su lugar? Os dejo una pausa dramática para que lo penséis y sigo en el siguiente párrafo.

¿Ya? Vale, pues Karl dice que ahora es inmensamente feliz, que ahora disfruta todo lo que no disfrutaba cuando tenía el dinero por castigo. Lo hace con un razonamiento fácil sustentado en los casi 900 euros que cobra cada mes: “Si escribes las cosas que te hacen realmente feliz y lo que cuestan, te darás cuenta de por qué digo que solo ahora soy feliz”, asegura a la prensa austriaca.

Karla Rabeder en su actual residencia
Visto así, es evidente que con un poquito de dinero te sobra. Cuenta Karl que está comprando una casita modesta mientras aprovecha para disfrutar del “sol, el amor y el aire fresco”, cosas que le hacen feliz y son gratis. Hombre, yo echaría en falta una televisión para ver el Real Madrid y un portátil con conexión a Internet para escribir el blog, pero estoy de acuerdo con todo lo demás (aunque claro, a mí me pagan con bocadillos, como quien dice).



“Tener solo un poco de dinero me hace más feliz”, dice Karl, que no quiere ver fotos de cuando era millonario porque le traen malos recuerdos. ¿Y vosotros? ¿Creéis que soportaríais las necesidades y las exigencias que requiere ser millonario? ¿Tenéis un plan por si alguna vez os toca la lotería?