CIUDAD DE MÉXICO, 23 de septiembre.- La ya mítica Caja 135, que mantiene en secreto desde hace 17 años la correspondencia que Carlos Fuentes (1928-2012) sostuvo con distintos literatos a lo largo de su vida, entre ellos su amigo el Nobel de Literatura Octavio Paz (1914-1998), será abierta “sin ceremonia pública” el 16 de mayo de 2014, dejando al descubierto los esperados detalles de más de tres décadas de una amistad “fraternal” y a la vez polémica entre los dos escritores más importantes del siglo XX mexicano.
Ubicada en una bóveda especial de la Biblioteca de la Universidad de Princeton, que en 1995 adquirió el archivo integrado por el autor de Aura de 1940 a 1990, la caja reúne un centenar de cartas cuyo acceso, a diferencia de los otros papeles, quedó cerrado por convenio hasta dos años después de la muerte de Fuentes, ocurrida el pasado 15 de mayo.
Don Skemer, el curador de manuscritos del Departamento de Libros Raros y Colecciones Especiales de la universidad estadunidense, explica vía correo electrónico, que Fuentes restringió el acceso a una cantidad relativamente pequeña de su acervo.
“Cerró una sola caja (la 135) de alrededor de 190 cajas y contenedores que resguardan sus Papers. La abriremos dos años después de su muerte, de acuerdo con lo convenido con él. No habrá ceremonia pública. Las cartas ya están organizadas para consultas de investigación. Pero no puedo proporcionar ninguna información adicional sobre su contenido”, indica.
Skemer considera que las misivas reunidas en la Caja 135 se encuentran bien conservadas, pues han estado en el ambiente adecuado. “La Biblioteca de la Universidad de Princeton cuenta con más de 60 archivos de autores o editoriales relacionadas con la literatura moderna latinoamericana. Papers de Fuentes es uno de los más consultados.”
Pero la expectación ha crecido alrededor de la caja cerrada, ya que entre la correspondencia que el autor de La región más transparente sostuvo con escritores como Guillermo Cabrera Infante, Hélène Cixous, Julio Cortázar, José Donoso, Roberto Fernández Retamar, Gabriel García Márquez, Norman Mailer, María Ramírez, Philip Roth y Jean Seberg, se encuentran las misivas que echarán luz a su relación amistosa con Paz, truncada en 1988 a raíz de un artículo del historiador Enrique Krauze publicado en la revista Vuelta, que dirigía el Nobel, en el que criticaba la obra de Fuentes.
El crítico literario peruano Julio Ortega (1942), del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown, uno de los pocos que ha leído la correspondencia entre Paz y Fuentes, afirma tajante en entrevista exclusiva con Excélsior que, “a pesar de sus varias diferencias, nunca dejaron de quererse”.
Cuenta que leyó estas cartas en 1992, cuando pasó un par de meses en la casa de Fuentes mientras él y su familia estaban en Londres. “Me sorprendió la extraordinaria amistad que los había unido desde comienzos de los años 60. En verdad, no creo que en la historia literaria nuestra haya habido una amistad tan generosa y plena como la de estos dos grandes creadores.”
Agrega que “la devoción, admiración, solidaridad, atención, intimidad, confidencias y lectura mutua que se dedicaron es prodigiosa. También la cólera contra la política mexicana, el proyecto de hacer juntos Plural (revista que publicaba Excélsior), la desolación por la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en 1968, los viajes, la familia, los amigos.
“Cada uno por su lado son grandes escritores, diferentes en no poco y similares en mucho. Pero juntos forman una figura cultural maravillosa. Quien sepa lo que es la amistad no podrá sino admirar la grandeza de esa relación, yo diría, filial”.
Paz, reflexivo; Fuentes, vibrante
Ortega confiesa que le impresionaron, sobre todo, las cartas en las que Paz comenta con “extraordinario detalle y generosidad” las obras de Fuentes; incluso, obras de teatro, que al autor de El laberinto de la soledad le despiertan un interés especial.
“Las cartas de Paz son meditadas, reflexivas; las de Fuentes son vibrantes, entre viajes, plenas de vivacidad y noticias. Cuando se puedan leer y citar, habrá que estudiar esa amistad, filial pero también fraterna.
“Y, en efecto, Paz le agradece los desvelos, la atención. Una vez, de pronto, le dice: ‘Eres un príncipe’. Y Fuentes le comenta todas las lecturas que realiza de la obra del amigo, y lo hace con una espontaneidad feliz. Los dos fueron sus mejores lectores. Debo añadir que Carlos nunca deja de citar su cariño por Marie-Jo Paz. Es más, habla a ambos aun cuando habla a uno”.
Define a esta correspondencia como un documento “maravilloso y único” sobre la amistad literaria. “La admiración que se profesaban es de lo más admirable que uno pueda compartir. Tenían, cómo decirlo de otro modo, un sentido de la grandeza del uno en el otro, de lo mucho que el hombre se acrecienta en el diálogo, en la buena fe, en la luz de la atención mutua”.
Señala que serán las viudas de ambos escritores, Marie-Jose Paz y Silvia Lemus, “que son buenas amigas”, quienes tendrán que decidir qué hacer con las cartas. “En realidad, Paz y Fuentes nunca fueron enemigos. Todo lo contrario, estuvieron protegidos por la larga amistad que cultivaron. Me parece maravilloso que a las dos les haya tocado devolvernos juntos a quienes, a pesar de sus varias diferencias, nunca dejaron de quererse”.
Y promete que otro día contará los planes de reconciliación que hubo de Paz y Fuentes “No pocos amigos propiciaron ese reencuentro. Pero, de otro modo, no se habían distanciado. Seguían conversando gracias a los buenos amigos mutuos, que prolongaron la empatía creativa que nos dejaban como lección de humanidad y de inteligencia”.
La ética de los afectos
Sin entrar en muchos detalles, “porque no puedo contradecir la voluntad de Carlos Fuentes”, Julio Ortega desvela que la matanza de Tlatelolco en 1968 y la creación de la revista Plural, que Octavio Paz dirigió en Excélsior de 1971 a 1976, fueron dos temas importantes que abordaron en su correspondencia.
“La matanza del 68 se vivió como un desmembramiento del país, como su negación por el estado policial; y Fuentes debe haber sentido que Paz (quien era Embajador de México en la India) corría peligro, porque multiplica esfuerzos para que sea acogido en alguna universidad que le asegurase refugio.
“Lo que me impresiona más de este momento (por otra parte zozobrante, difícil de leer) es el valor que Fuentes atribuye a la figura humana y cultural de Paz. Para él, Paz representa el respeto ganado en las tareas de la amistad, que es como un espejo mutuo, en el que los amigos reconocen la delicada vida empeñada en las ideas y la literatura. Es lo que he llamado la ética de los afectos. Queda todo por decir sobre este momento crítico”, señala.
Y sobre Plural, asegura que “la correspondencia en torno a la revista que quieren hacer es, por un lado, heroica, ya que Paz, como hombre de su generación piensa, como después dijo, que la revista es ‘la patria’, o sea, un espacio independiente y propio donde ejercer la ciudadanía cultural. Paz descubre en esas cartas su impronta surrealista”, y, ciertamente, la revista nace por necesidad vital no sólo cultural (...) ¡Juntos eran capaces de hacer la verdadera revolución mexicana!”, concluye.
El acervo
El archivo de Carlos Fuentes, que resguarda la Universidad de Princeton, ocupa más de 125 metros lineales y está dividido en diez series: Cuadernos, hacia 1966-1993; Escritos (1942-1996), que reúne sus manuscritos, libros, novelas, guiones, discursos, entrevistas, traducciones, material didáctico y juegos; Planos y dibujos animados, realizados entre las décadas de los 40 y 80 del siglo pasado; Correspondencia, de 1944 a 1994; Documentos (1943-1984), como recibos y facturas; Fotografías, desde 1940 a 1997; Audiocasetes y videocasetes, 1993; Los trabajos de los otros, que datan de 1938 a 1991; Los libros de recuerdos, recortes de periódicos y material impreso (1942-1993) y Material adicional sin fecha.
Correspondencia incluye cartas de miembros de su familia y con una amplia gama de editores, agentes literarios, artistas, cineastas y político, e incluso, de sus lectores.