LONDR$ES 25 marzo 2015 (AP).- Pocas cosas le gustan más a un científico que un misterio sin resolver. Y al mismo tiempo resulta algo molesto, ya que el objetivo de la ciencia es precisamente arrojar luz sobre estos misterios. Así que un artículo en el que se da respuesta a un debate de 180 años, siempre es interesante.
De acuerdo, pero, ¿cuál es el misterio? La pregunta que no se ha podido resolver hasta ahora es de dónde venían unos animales muy curiosos. Según Charles Darwin, que fue quien descubrió los fósiles, se trataba de “los animales más extraños descubiertos hasta la fecha”.
Y es comprensible que los definiese así. Uno de ellos parecía un camello, pero sin jorobas y con trompa de elefante. Otro era una curiosa mezcla entre un hipopótamo, un rinoceronte y un roedor. Todos ellos, en resumen, compartían características de mamíferos africanos y norteamericanos. Porque ahí era donde estaba realmente la duda. Si los “primos evolutivos” de los ungulados sudamericanos venían de África – de cuando los dos continentes estaban unidos – o si habían migrado desde el norte del mismo continente.
Pero claro, si un animal presenta rasgos de dos grupos, resulta difícil poder tomar una decisión. El siguiente paso – que obviamente Darwin no pudo dar – pasa por analizar el ADN y compararlo tanto con la fauna africana como con la norteamericana. Pero aquí también hay un problema.
En condiciones de altas temperaturas y humedad, el ADN no se conserva bien. Que son justo las que hay en la zona donde se encontraron estos restos fósiles. Así que por la vía genética no se puede seguir. Al menos, por la vía genética directa. Porque hay una aproximación indirecta, que es a través de proteínas. Comparando los aminoácidos de ciertas proteínas entre distintas especies, se puede saber qué relación hay entre ellas.
Pero deben tener ciertas características: estar altamente conservadas – que la secuencia no cambie demasiado –; que haya gran cantidad; y por último, que fosilicen bien. Estas tres propiedades se pueden encontrar en el colágeno, una proteína que forma parte de las estructuras del hueso. Gracias a las nuevas técnicas de proteómica – entre otras, la posibilidad de extraer la secuencia exacta de aminoácidos de una proteína, y en su orden – se ha podido resolver el misterio.
Y la conclusión ha sido que estos animales sudamericanos, el último de los cuales se extinguió hace apenas 10.000 años, eran parientes de la fauna norteamericana. En concreto tanto Toxodon platensis como Macrauchenia patachonica – los fósiles que encontró Darwin – pertenecen a la familia de los perisodáctilos. Los fósiles que tantos quebraderos de cabeza le dieron a Darwin han terminado siendo “primos” de los caballos, tapires y rinocerontes. Un misterio menos para la ciencia.
Fuente: AP