LISBOA, 18 agosto 2019 (NYT).- El gobierno portugués ha batallado para encontrar soluciones a los incendios forestales que han azotado al país los últimos años. Ha puesto a prueba herramientas de alta tecnología, como drones y satélites, y ha usado aviones para combatir las llamas. Ha buscado cambiar las políticas de gestión de tierras para prevenir los incendios a largo plazo. Y también está probando con las cabras.
Parte del problema en Portugal, al igual que en otras naciones del sur europeo, es que las poblaciones del interior del país han tenido un desplome demográfico. La falta de personas que hagan pastoreo y agricultura en esas áreas ha resultado en tierras demasiado cubiertas de vegetación, en las cuales las llamas se esparcen con mayor rapidez. Tierras que están en laderas adonde no llega un tractor y donde sería muy costoso reducir el exceso de hierbas a mano, una tarea de por sí complicada dado que la población está envejeciendo.
Los portugueses esperan que la solución sencilla y de bajo costo sean la de las cabras, que se alimentarían de la maleza que sirve de combustible para los incendios, con la esperanza de que se puedan encontrar suficientes pastores a los cuales apoyar para que mantengan un estilo de vida que ha ido desapareciendo.
Fotografía (NYT) |
Leonel Martins Pereira, de 49 años, es el último pastor en su aldea, Vermelhos. Y parece que pronto será también el primero en la línea de defensa contra los incendios forestales en Portugal.
Martins Pereira es parte de un programa piloto establecido por el gobierno portugués para ayudar a los pastores a realizar un trabajo arduo y solitario, que posiblemente sea clave en la adaptación del país a un futuro marcado por el cambio climático.
Vermelhos, un poblado en una colina al sur de Portugal, está rodeado por páramos, como si alguien hubiera pasado una podadora enorme en franjas por el área.
Eso se debe a las 150 cabras algarvia de Martins Pereira; los chivos, de una especie nativa cuyo pelaje blanco tiene manchas oscuras, se han estado comiendo la maleza.
El cabrerío se come todo tipo de plantas silvestres locales, incluido el arbusto madroño, cuyos frutos son usados por los locales para hacer aguardiente.
El proyecto con las cabras fue puesto en marcha el año pasado por una agencia forestal pública y cuenta con un presupuesto de apenas unos miles de euros.
Hasta ahora, en el programa piloto están inscritos entre cuarenta y cincuenta cabreros de todo el país, cuyos rebaños suman 10.800 cabras, para convertir 2700 hectáreas propensas a incendios forestales en cortafuego.
“Cuando la gente abandona el campo también deja atrás tierras extremadamente vulnerables a un incendio”, dijo João Cassinello, funcionario regional del Ministerio de Agricultura, Bosques y Desarrollo Rural. “Hemos perdido un estilo de vida en el que los bosques eran considerados valiosos”.
No hay duda de que las malas gestiones de tierras han contribuido a que los incendios forestales sean más graves en Portugal. El proyecto con las cabras es parte de los esfuerzos para la recuperación y prevención, pero sigue habiendo muchos retos.
Nuno Sequeira, parte de la junta del Instituto de Conservación de la Naturaleza y Bosques (ICNF), que gestiona el proyecto, dijo que la dificultad hasta el momento no es conseguir financiamiento, sino a suficientes pastores.
“Se ha vuelto muy difícil encontrar a gente dispuesta a hacer este trabajo duro y a vivir en esas áreas”, dijo Sequeira.
Vermelhos, de hecho, ya solo cuenta con veinticinco habitantes; cuando Martins Pereira era niño había cien residentes.
La escuela primaria en la que estudió cerró sus puertas hace veinte años. Cuando empezó a cuidar cabras que alguna vez había pastoreado su bisabuelo, en Vermelhos aún había diez pastores más.
Antonio Barbara, un portugués de 93 años que antes se dedicaba a guiar ganado, mencionó tres cosas que han cambiado desde su juventud: ahora llueve menos, hay más caminos y muchos más arbustos y árboles propensos a quemarse.
“Antes realmente nunca teníamos tantos incendios”, dijo Barbara, sentado en una banca en el pueblo bajo la sombra, junto a un vecino.
Aunque las carreteras han mejorado bastante, para llegar a Vermelhos todavía es necesario recorrer unos 48 kilómetros en auto desde Faro, la ciudad con el principal aeropuerto de la región de Algarve y un destino turístico.
Los turistas se quedan en las costas: raramente van hacia aldeas al interior como Vermelhos, donde el calor y los vientos resoplan con la fuerza de una enorme secadora de cabello durante el verano.
Martins Pereira (segundo de izquierda a derecha) con amigos. Es el último cabrero de la aldea (NYT). |
Los pastores como Martins Pereira recalcan que lo que hacen es más que un trabajo. Él, al igual que muchos portugueses, emigró del país cuando era joven para conseguir trabajo en Francia; con el tiempo regresó a la vida de campo familiar que extrañaba.
En verano, cuando el país es más vulnerable a incendios forestales y el calor puede ser de más de 43 grados Celsius, Martins Pereira sale a pastorear desde la madrugada y regresa cuando cae la noche.
“Vivir y trabajar con animales es una labor de veinticuatro horas al día”, dijo.
Calcula que el gobierno le da tres euros más por día (unos 3,35 dólares) adicionales a lo que puede ganar con la venta del ganado y de sus productos derivados, en comparación con los 30 euros por hora que costaría operar un tractor para despejar la vegetación inflamable.
Martins Pereira señaló que ese pago no es suficiente y que probablemente no volverá a inscribirse al programa del gobierno a menos que mejore el sueldo y que los ingenieros forestales le den más oportunidad de decidir dónde poner a pastar sus cabras. Dijo que los ingenieros quieren que se atenga a áreas cercanas a los caminos, que necesitan ser protegidas de los incendios, pero donde no siempre está la mejor vegetación para alimentar a los animales.
“El Estado ha malgastado el dinero de los contribuyentes durante años por los malos manejos de bosques y ahora quiere ahorrarse el dinero sin compensar correctamente a los pastores”, dijo.
“Ser un pastor es una vocación, pero no creo que valga el trabajo extra y la molestia”.
Sequeira, del ICNF, dijo que iba a tomar en cuenta las quejas, pero hizo notar que la fase piloto del programa está pensada justamente para hacer ajustes antes de expandirlo.
“Estamos contentos hasta ahora, pero la meta es aprender antes de hacerlo a gran escala”, dijo Sequeira. “Estamos intentado cambiar el sistema entero para la prevención de incendios forestales y eso tarda tiempo”.
Hasta que eso suceda, Portugal probablemente vivirá nuevas tragedias.
Los veranos cada vez más calurosos de Europa, con olas de calor más frecuentes que han avivado las llamas de incendios en todo el continente. En 2018 el fuego destruyó unos 12.000 kilómetros cuadrados en la región, una superficie mayor al área entera de Chipre, con un costo estimado de 10.000 millones de euros.
Prácticamente ningún país ha sido tan afectado por los incendios como Portugal, que ha perdido más de sus bosques por esa causa desde el inicio de la década que cualquier otra nación del continente, incluyendo España, Italia y Grecia, según datos de la Comisión Europea.
Algunas de las cabras de la raza algarvia de Martins Pereira (NYT). |
En julio pasado, treinta personas resultaron heridas durante incendios que consumieron tramos enteros de bosques, y a principios de este mes fueron necesarios quinientos bomberos para apagar un incendio cerca de Tomar, al centro del país.
Hace dos años, los incendios forestales mataron a más de cien personas en Portugal. El peor evento ocurrió en las afueras de Pedrógão Grande, una zona céntrica, donde fallecieron 66 personas. Las llamas cerraron el paso por una carretera y las personas se quedaron atoradas dentro de los vehículos quemados.
Aquel incendio llevó a un nuevo examen de conciencia respecto de las políticas, o la falta de ellas: dejaron expuesto un historial de inacción, de gestión deficiente de las tierras y de dar prioridad a los trabajos para apagar las llamas antes que a prevenirlas. Este año, Portugal ha dedicado casi la mitad de su presupuesto contra incendios en áreas rurales en medidas de prevención; en 2017 dedicó solo el 20 por ciento al mismo fin.
“Creo que por fin entendimos que no podemos solamente combatir los incendios, sino que debemos prevenirlos trabajando arduamente en los bosques antes de que llegue el calor del verano”, dijo Paulo Dias, ingeniero forestal que está monitoreando el proyecto de las cabras.
En Vermelhos, artins Pereira y otros habitantes intentaron combatir un incendio que ardió durante una semana en 2004 y destruyó los alcornoques, una de las principales industrias portuguesas.
Martins Pereira recordó que los bomberos llegaron hasta un día después del comienzo del incendio y que las autoridades les dieron instrucciones contradictorias.
Dijo que él ignoró las sugerencias de las autoridades de dejar que las cabras escaparan hacia las colinas. En vez de eso, las mantuvo en el establo y, gracias a ello, vivas.