VIENA, 30 marzo 2010 (EFE).- Una nueva denuncia de abusos de menores discapacitados en un asilo gestionado por monjas católicas, se sumó hoy a la ya larga serie de ese tipo de casos que han sacudido a la iglesia católica en Austria.
Este nuevo caso ha sido revelado por una mujer quien asegura haber presenciado maltratos en el Centro Social San José de la Orden de las Hermanas de la Caridad, en la localidad tirolesa de Mils, según informó hoy la televisión y radio pública austríaca ORF.
La testigo relató hoy a la ORF que quedó impresionada cuando comenzó a trabajar en 1980, a la edad de 22 años, en ese centro que acoge niños con problemas físicos y psíquicos, por los brutales métodos de educación que se aplicaban.
"Había duchas frías, camisas de fuerza, insultos, patadas y los internos eran encerrados en el cuarto de baño durante horas. Cuando un niño vomitaba se tenía que comer lo vomitado"
Entonces, la mujer comenzó a escribir un diario donde registraba los malos tratos que regularmente aplicaba cada monja y, tras cinco meses, llevó sus apuntes a la Oficina de Protección de Menores y a otras autoridades del Tirol, sin conseguir que se le prestase oído.
"Pensaba que iban a estar satisfechos por obtener esta información, pero lo único que recibí fue un golpecito en el hombro de un señor que me dijo que el asunto era demasiado delicado", recordó la testigo.
El hombre le aconsejó quemar sus anotaciones y dejar de escribir un diario, añadió.
Más tarde, con otra mujer, se dirigió a los medios, también sin éxito: "nos sentimos tratadas como mentirosas e incluso nos insinuaron que habríamos obtenido dinero. Luego me dijeron que nunca más iba a tener un puesto de la administración regional y que a nivel eclesiástico, no tendría posibilidad de ninguna formación".
Finalmente, la mujer abandonó el Tirol y se fue a Viena, donde estudió pedagogía social.
Actualmente pide el anonimato porque no quiere verse enfrentada otra vez con acusaciones similares y dice reprocharse no haber hecho lo suficiente para aclarar el caso.
En sus declaraciones, afirmó sentir vergüenza y gran impotencia, al confesar que se había sentido paralizada y demasiado cobarde.
Asegura que sus acusaciones no han tenido consecuencia alguna para las monjas que trabajaban en el asilo y que en parte siguen aún ahí a cargo del cuidado de los menores.
Contactada ahora por la ORF, la diócesis de Innsbruck dijo no ser competente en este caso, porque se trata de una institución controlada por una orden religiosa.
La Oficina de Protección del Menor, a la que la testigo acusa de haber hecho caso omiso de sus acusaciones de hace 30 años, se limitó a señalar que la autoridad competente es el edil social Gerhard Reheis, quien finalmente prometió investigar los casos.
"En cuanto tengamos los documentos concretos tomaremos contacto con el asilo. Esta vez la mujer puede estar segura de que la tomaremos en serio", dijo Reheis.
También este martes, fuentes de la Orden de las Hermanas de la Caridad prometieron estudiar y esclarecer estas serias acusaciones.
Así, parece que ahora, tras un claro cambio de sensibilización de la opinión pública, desde la salida a la luz de muchos otros casos de abuso sexual en la iglesia católica, le han prometido tomar en serio las acusaciones.