domingo, 21 de noviembre de 2010

Fotografías, la mejor arma de la revolución



CIUDAD DE MÉXICO, 20 noviembre 2010 (El Universal).- Las imágenes de la revuelta de 1910 jugaron un papel clave, tanto en el plano bélico como en el informativo, y dejaron a un lado los retratos de la alta sociedad

Francisco Villa, apodado el centauro del norte, fue uno de los revolucionarios más audaces. Es recordado como un hombre apegado al cine y a la fotografía, herramientas que fueron utilizadas para retratar su historia y las de otros revolucionarios.
Pero la fotografía no sólo fue empleada para registrar lo sucedido en esos años. También fue empleada como un arma, de acuerdo con el sitio electrónico del Centro de la Imagen.

Durante la revolución mexicana, la fotografía formó parte del equipo de guerra del ejército federal. A partir del análisis de imágenes captadas durante las batallas, los militares planeaban sus estrategias de combate.






Heladio Vera, especialista de la Fototeca Nacional, comentó que la fotografía también fue un medio propagandístico para dar a conocer los rostros de los enemigos.



El sitio electrónico de la Gaceta Interna del Instituto Mora explica: al estallar la revolución, los fotógrafos salieron a las calles a registrar los acontecimientos. Las imágenes de esa época dejaron de lado las notas de la alta sociedad y mostraron escenarios de combates sangrientos, peleas y largas filas de familias cargando sus pertenencias, huyendo a sitios menos inseguros.



Los protagonistas de las fotos fueron campesinos y personas que anteriormente eran ignoradas por la lente. Durante la revolución hubo dos episodios que captaron las lentes de todos los fotógrafos: la Decena Trágica, episodio ejecutado por Victoriano Huerta que terminó con las vidas de Francisco I. Madero y José María Pino Suarez, y la invasión estadunidense al puerto de Veracruz, en 1914.


Imagen perteneciente a la decena trágica

Ambos sucesos se convirtieron en tarjetas postales que contribuyeron a difundir una cierta visión de la revolución mexicana. El fenómeno comenzó en la frontera norte, cuando decenas de fotógrafos y curiosos del lado estadunidense comenzaron a interesarse por los acontecimientos violentos ocurridos al otro lado del río Bravo. Ellos captaron distintas escenas de los hechos bélicos, desde batallas y escaramuzas entre federales y rebeldes hasta ejecuciones y fusilamientos.


Tropas del ejército norteamericano desembarcando en el puerto de Veracruz

En ese entonces, los avances en la fotografía aún no eran los óptimos. Así, los fotógrafos tuvieron que ingeniárselas para sacar las mejores imágenes.

Entre las cámaras que se usaron destaca la Graflex, patentada en 1903 por la compañía estadunidense Rochester. Ésta era más ligera y las películas que usaba eran flexibles y resistentes.



La principal innovación de dicho equipo fotográfico fue su sistema réflex, que la hacía más ligera y fácil de transportar durante la Revolución Mexicana. Su peso equivalía al de una carabina Mauser, de aproximadamente cuatro kilogramos. Sus dimensiones con todo y tripié eran las de una de las mochilas donde los soldados cargaban sus utensilios militares y personales.





La Graflex permitía capturar un panorama amplio con una perspectiva ligeramente en contrapicada que hacía más realista y atractiva la fotografía. En el caso de las imágenes en las que la gente aparece cabalgando o arriba de un tren en circulación, los efectos del nuevo sistema panorámico y la perspectiva se hacían más notorios con un realismo inusitado.



Con este equipo se captaron imágenes de los soldados federales en combate y en sus campamentos. Se inmortalizó el armamento que usaban, los rostros de los generales de más alto rango, escenas de la vida cotidiana y aun las enfermedades que padecía la tropa, como la desnutrición.