ALARAZ, 12 octubre 2010 (EFE).- José Madrid, es un albañil jubilado que vive en la localidad salmantina de Alaraz y que ha dedicado los últimos 14 años de su vida a forrar las paredes de su vivienda con más de 100.000 conchas de moluscos recogidas por él mismo y su mujer en diferentes playas de España.
Madrid, que ha sido durante más de 30 años albañil de profesión, emprendió esta aventura marina en un pueblo castellanoleonés cuando durante un viaje a las playas de Matalascañas "me dediqué a recoger conchas con las que adornar uno de los muros" del patio de su casa, tal y como ha narrado a Efe.
"Como me sobraron bastantes, pues decidí continuar con otras partes" y así sucesivamente durante más de 14 años en los que su afición y su casi obsesión, ha sido el ir recubriendo todas las paredes con las conchas de diferentes moluscos.
Pero fiel a su profesión, que ejerce todos los días ahora como aficionado a sus 74 años, José realiza la colocación de las conchas con mimo y cuidado pues "antes de comenzar una pared me fijo en ella y pienso en cómo va a ser la decoración".
Por eso, diseña primero la estructura y colocación de las conchas en el suelo para posteriormente copiar el dibujo en la pared en la que vaya a trabajar.
Mejillones, vieiras, almejas de todo tipo, ostras, coquinas, bígaros, berberechos, caracolas y hasta patas de cangrejos, son parte de sus elementos decorativos.
Los colores de las conchas también son tenidos en cuenta por este artesano a la hora de confeccionar el muro en el que trabaja "y ha habido veces que no me ha gustado y lo he quitado hasta que queda como yo tengo pensado", admite.
Cipri, su mujer, confiesa que durante todo este tiempo iban de viaje a las playas "ya no sólo por salir y descansar, sino por recoger las conchas".
Así, cuando los demás realizaban excursiones, el matrimonio se levantaba temprano para ir hasta la orilla y recoger la mayor cantidad posible de moluscos que luego llevaban hasta el pueblo "cargados en una maleta vacía que siempre teníamos para ello".
Cada pared de la casa ha supuesto el trabajo de unos 15 días, con más de 8 horas diarias, "pero es lo que me gusta y me he entretenido mucho durante este tipo haciéndolo, antes de jubilarme en los ratos libres y después a tiempo completo", según cuenta José.
La esmerada colocación de las piezas requiere "mucho trabajo" apostilla su mujer, ya que cada concha lleva un relleno de cemento para evitar que se rompa una vez colocada, y posteriormente se pega a la pared con una mezcla de arena y cemento blanco que luego hay que limpiar y repasar las juntas con un palo y un cepillo.
Ya a penas si quedan espacios para poder colocar más conchas y debido a las limitaciones físicas del albañil, "que ve muy poco y me da miedo por si se cae", cuenta Cipri, está embarcado en este momento en los que con probabilidad serán sus últimos trabajos con conchas.
"Pero es que ya casi no me queda nada por recubrir", asegura Madrid, que tiene forradas de moluscos hasta las bajadas de los canalones y los techos de todo el recinto de su patio interior.
Aunque la mayor parte de los elementos son conchas, también se decidió a recubrir unas vigas con caracolas, que tuvo que retirar después ya que "no cogían bien por dentro el cemento y se iban cayendo".
Cipri comenta que "no puede estarse quieto" por lo que ahora que ya se le acaban las conchas y no puede continuar "no se lo que va a hacer, porque no para".
El matrimonio se siente muy orgulloso de este trabajo que "llama mucho la atención a todos los que vienen por aquí, que sacan fotos y se ponen a hablar con nosotros", explican orgullosos.
Foto: (EFE)