BUENOS AIRES, 11 abril 2010 (Yahoo News).- ¿Te quejas de los meseros en el restaurante? Agárrate: esto es lo que ellos odian de ti.
"Al mediodía hay una mesa de oficinistas de la zona que, cuando les traigo la comida, se dedican a tirarme migajas de pan para que me caigan justo entre las lolas (senos). Una vez me quejé con el dueño, pero me contestó una guarangada (grosería) que ni te puedo decir. ¿Qué tengo que hacer?".La anécdota es un poco extrema, pero ilustra lo que le sucede a la joven camarera de un bar llamado Manolos -en el barrio de Villa Ortúzar (Buenos Aires, Argentina)-, cuyos pechos, hay que decirlo, ejercen una fascinación lúdica.
Hay que tenerlo bien claro: así como de tanto en tanto uno quisiera ahorcar a los meseros porque son lentos, bobos, atolondrados o demasiado pretenciosos, ellos también piensan que nosotros, los clientes, solemos ser unos perfectos imbéciles. Así es que Yahoo decidió darles el micrófono para que se descarguen por única vez y cuenten cuáles son las diez cosas que más odian de los comensales.
Señores lectores: agárrense fuerte -les avisamos desde ahora- porque hay mucha ira contenida. Este es el decálogo.
1. QUE LES MIREN PARTES DEL CUERPO
Varios testimonios de meseros y meseras de Palermo Hollywood, en Argentina, coinciden en el mismo punto. Ellas odian que los clientes les escaneen la delantera y se den vuelta para mirarles la retaguardia, simulando que se les cayó un pedazo de pan; ellos, por su parte, detestan a las solteronas de más de 45 que los examinen como quien contempla la Torre Eiffel. "Yo no soy de vestirme muy perra (sexy); de hecho tengo siempre la remerita (playera) que me da el restaurante, pero me parece que es justamente eso, el uniforme, lo que los pone libidinosos", cuenta la mesera de una conocida parrilla sobre la calle Fitz Roy. Y sí
los hombres sabemos lo que provocan ciertos uniformes.
2. SER TESTIGOS DE CONVERSACIONES INCÓMODAS
Mario, mesero de uno de los bodegones de la zona de Venezuela y San José, sintetiza otro mal común para estos humildes servidores. Y es que a veces los meseros son testigos involuntarios de conversaciones incómodas, porque no les queda otra que quedarse parados como faroles frente a la mesa hasta que los comensales se deciden. En el ínterin, escuchan toda clase de improperios. "Lo que me pone más nervioso son las mesas de amigas, porque se escuchan cosas muy íntimas. Una vez, una chica se quejaba porque tuvo sexo con un tipo que se dejó puestos unos calcetines pom-pom verdes, que le dieron un asco terrible", recuerda Mario, quien dice haber aprendido bastante de todo eso. "En principio, cuando me desnudo frente a una chica, lo primero que hago es sacarme los calcetines", jura.
3. QUE NO LOS SALUDEN / QUE LOS LLAMEN COMO A LOS PERROS
Aunque para algunos, los meseros formen parte de una subespecie que no merece ser saludada, hay que tener cuidado porque no hacerlo despierta en ellos una ira asesina. Estamos hablando de un gremio especialmente sensible, que se siente muy dolido cuando se lo ignora. "Que los saludes y no te den respuesta es algo que me pone mal", admite Diego, mozo de Paru, el restaurante peruano-japonés de Palermo. Dicho esto, también se da por hecho que llamar la atención del mesero con palabras como "che", "pss", "ey" y otros sonidos onomatopéyicos es algo que los irrita sobremanera. Por eso, la próxima vez que usted, señor cliente, ingrese a un salón de comidas, piense que esos monigotes que traen y llevan nuestros platos también tienen sentimientos y merecen una pizca de nuestra deferencia. Haga feliz a un mesero: salúdelo.
4. QUE LES HAGAN LÍO CON LAS MESAS
La premisa es sencilla: un restaurante no es un rompecabezas para andar desarmando a voluntad. Cada mesa tiene un número y, en principio, esa organización debe respetarse porque sino se arma un lío. Que un cliente corra la mesa, la achique, la agrande, le dé vuelta y juegue con ella como si fuese un caniche (perro) es algo inadmisible para los meseros. Maribel, mesera del peruano Astrid &Amp; Gastón, cuenta su historia: "Nosotros trabajamos con reservación y muchas veces sucede que un grupo de gente entra al restaurante, pasa por un salón y se quiere quedar ahí. Entonces cambian de mesa y se nos complica todo".
5. QUE LES RECOMIENDES UN PLATO Y NO LO TOMEN EN CUENTA
Es muy común que, en una entusiasta fase inicial, un comensal se sienta interesado por la recomendación de un mesero y que, en la instancia siguiente, se genere un desaire. Vean esta situación:
- Mesero, ¿qué me recomienda?
- El lomo a la pimienta está delicioso. Marinado en finas hierbas, cocinado en su propia salsa y enmantecado en una sartén suiza que retiene los sabores desde 1814, año en que fue obtenida como botín de guerra por Napoleón, cuando invadió Rusia sólo con 500,000 hombres y los derrotó en Borodino.
- Mejor traeme una ensaladita.
¿Para qué molestar al pobre mesero si uno ya tenía claro lo que iba a pedir?
6. QUE LOS CLIENTES SEAN INCOHERENTES
Los meseros consultados enumeraron una serie de incongruencias que los sacan de quicio. Este es un pequeño listado: que les pidan agua natural y hielo aparte, que les asignen una mesa para dos y se sienten en una de cuatro; que se coman un lechón entero pero lo acompañen con Coca Light; que ordenen un vino de 200 pesos y les dejen una propina miserable; que pidan un sólo postre y dieciséis cucharas; que quieran un plato con picante y después se quejen de que estaba demasiado picante
7. QUE LOS CLIENTES DEJEN QUE SUS HIJOS HAGAN CUALQUIER COSA
No hay nada de tierno en ver a un nene corriendo entre las mesas de un restaurante. Tampoco es dulce observarlos cuando avientan la comida como salvajes, ni escucharlos chillar porque su madre se olvidó las figuras de Ben 10 en el auto. En general, los que más sufren esta situación, además de los padres y el resto de los inocentes comensales, son los propios meseros. "Una vez un nene me meó la panera y cuando lo fui a regañar me dijo que su papá, que 'la tiene así de grande', también lo hacía en casa; preferí no meterme", afirma Osvaldo, mesero en un bodegón de San Telmo. Conclusión: el restaurante no es un salón de juegos y los meseros no son niñeras. Por eso, si el nene no sabe comer afuera, mejor dejarlo en casa.
8. QUE NO DEJEN PROPINA
El momento de la cuenta es crucial en la vida de un mesero. En el gesto propinero quedan claras varias cosas: si el comensal ha sido bien servido y, también, si su satisfacción tendrá un correlato económico.
En este ítem las anécdotas se multiplican. Quitando a los que dejan el riguroso 10% y quedan exentos de toda polémica, los meseros tienen una aversión especial por los miserables, que vienen a ser todos los que se mueven por debajo de ese porcentaje. "El otro día viene un tipo con su mujer y lo atendí de maravillas. Cada vez que miraba para mi lado yo iba corriendo a la mesa como un bombero para que no le faltara nada. Creí que me iba a dejar una propina espectacular porque encima parecían tener mucha plata. La cuenta era de 255 pesos y yo esperaba por lo menos 35 mangos para mí, pero el tipo pagó justito y me dejó dos caramelos Sugus y un palito de la selva", rememora Daniel, mesero de un conocido restaurante de pastas en Puerto Madero.
9. QUE PIDAN DESCUENTO POR SER AMIGOS DEL DUEÑO
Alegar ser amigo o habitué para ligar un descuento es una de las actitudes más soeces que se pueden encontrar en la fauna restorantil. Muchos los meseros denuncian esta clase de actos, que revelan la condición humana en su expresión más oscura. "Pasa seguido que algunos se sientan cerca de la caja y, mientras transcurre la cena, le hacen chistes al cajero, le sacan charla y se van amigando. Eso lo hacen varias veces hasta que, un día, te piden un 'descuentito' porque 'son amigos del dueño'. Es patético", cuenta un mesero de una parrilla cool de Palermo Hollywood.
10. QUE LOS CLIENTES LLEGUEN SOBRE LA HORA DEL CIERRE
La pesadilla de todo mesero es que, justo a la hora del cierre, caiga una mesa numerosa que prolongue la jornada laboral. Para los meseros es como estar ganando un partido 1 a 0 y perder en el alargue, con gol de penal por una mano mal cobrada. En ese caso, se recomienda a los clientes elegir rápido y quedarse callados la boca, para evitar ataques de nervios o que el plato salga definitivamente "especial" (los cocineros también son perjudicados por las llegadas tarde y con ellos sí que no se juega).
domingo, 11 de abril de 2010
La revancha de los meseros: 10 cosas que odian de los clientes
10:40:00 a.m.
Empleos