domingo, 4 de septiembre de 2011

La niñera del nieto de Gadafi cuenta por qué fue quemada


TRIPOLI, 4 septiembre 2011 (CNN).- La toma de Trípoli por parte de los rebeldes y el paradero desconocido de Gadafi está destapando por parte de los enviados especiales numerosas historias sobrecogedoras relacionadas con la vida del aún mandatario libio. La última tiene que ver con su familia.


Mientras paseaban por el complejo urbanístico que los hijos del dictador utilizaban como residencia de verano, varios periodistas de la CNN se encontraron con una protagonista inesperada. Era Shweyga Mullah, la mujer que había hecho de niñera para Hanibal, uno de los hijos de Gadafi. Su estado físico llamó la atención de los periodistas desde el primer momento, ya que tenía el cráneo y el rostro cubierto de un mosaico de heridas que "habian reducido su cara a un aspecto grotesco".

El motivo dejó sin habla a más de uno: la esposa de Hanibal la había quemado, según varios testigos. Los reporteros suponían que con un cigarrillo o una cerilla, pero no podían estar más equivocados. La mujer, de 30 años, trabajó como niñera de los hijos de Hanibal, un niño y una niña. Hace unos seis meses que había dejado su Etiopía natal para mudarse a Libia, donde todo le iba relativamente bien. Hasta que, de buenas a primeras, la esposa de Hanibal, Aline, la quemó. Literalmente. El suceso, sin embargo, no fue fortuito, ya que lejos de arrepentirse, lo volvió a hacer tres meses después, con más inquina incluso.

¿La razón? "La niña no dejaba de llorar", cuenta Mullah, y "yo me negaba a pegarla, así que me llevó al baño; me ató las manos a la espalda y los pies también; me puso cinta aislante en la cabeza y empezó a echarme agua hirviendo a la cabeza. Así...", cuenta Mullah describiendo gestualmente la situación a la vez que retira las gasas que sujetan su cuerpo y enseña cómo su pecho, torso y sus piernas aún lucen cicatrices en carne viva: "Me salían gusanos de la cabeza porque Aline me escondió y nadie me atendió", retrata.

Afortunadamente para Mullah, uno de los guardias de la casa vio sus heridas y la llevó al hospital. Cuando Aline se enteró, le amenazó con meterlo en la cárcel y aisló a la niñera: "Me prohibió dormir en tres días; me obligó además a pasar la noche a la intempeterie y amenazó al resto del servicio con aplicarles el mismo castigo si me daban comida. No tenía agua...Nada".

Según le explica a la CNN, a Mullah le gustaría irse a un hospital para tratar sus quemaduras, pero no puede: "Trabajé para ellos un año entero y nunca me dieron ni un céntimo; ahora, ningún hospital me atiende y no tengo dinero...No tengo nada", lamenta mientras rompe a llorar. Lejos de exagerar esta historia, como ocurre a veces en este tipo de acontecimientos, la declaración de Mullah es totalmente fiable; de hecho, el guardia ha corroborado la historia describiendo de manera escalofriante cómo los perros de la familia recibían un trato superior al del servicio de la casa.

Un complejo lleno de lujos

La CNN se encontró con el testimonio mientras acompañaba a los rebeldes en su saqueo del complejo familiar de Gadafi, situado en una urbanización al oeste de Trípoli. Allí encontraron muestras de un modo de vida con el que el libio medio no podría ni soñar: vistas espectaculares del océano, botellas de whisky y champán, instrucciones de carísimos aparatos eléctricos (los aparatos en sí habían sido robados por los rebeldes), un jacuzzi aderezado con flores de plástico blancas, una piscina, una gimnasio, una sauna...

Cuentan en el medio televisivo que grabaron a los rebeldes inspeccionando varias botellas de champán valoradas en decenas de miles de dólares. Gadafi oficializó una versión politizada del islam en 1976 (cuando las crisis petroleras le cimentaron en el poder), pero sigue siendo Ramadán y el alcohol es ilegal. Y, por tanto, caro.

Está claro, sin duda, que el culto a la personalidad cultivado durante las últimas décadas por Muamar el Gadafi está experimentando de repente un curioso revés en su contra, gracias al círculo vicioso provocado por su negativa a rendirse a la sublevación popular: hasta que él se entregue los rebeldes, ocupan su tiempo saqueando sus bienes y destapando, como puedes comprobar, una radiografía sorprendente de su personalidad y del modo de vida de sus allegados.