PARÍS, 14 abril 2010 (El Mundo).- "Mi padre no sólo me robó la infancia. Me robó la vida". Isabelle Aubry habla de los abusos de su padre con voz dulce y pausada, la misma que utiliza para explicar cómo actualmente apoya, desde su asociación, a otros niños que han pasado este trance. En su caso, el "incesto" —"cuando se quiere luchar contra un tabú hay que nombrarlo", insiste— comenzó en la bañera, con sólo seis años. Renaud siguió abusando de ella hasta que tenía 14 años, ocho años de abusos y una vida lastrada que ahora Isabelle cuenta en su libro La primera vez tenía seis años....
"Renaud, ese hombre que me viola todas las noches y que me presta a todo aquel que me desee, es mi padre", expone al principio de su crudo relato. Es el hombre que, con 12 años, le anunció: "Hija mía, ha llegado el momento de desvirgarte" y que, con 13 y medio, la llevó a su primera orgía. "No contento con meterme en su cama, Renaud hará de mí, niña morena y tímida, una puta rentable y callada", expone en el libro.
¿Qué se siente ante un monstruo así? Aubry responde sin dudar: "Es contradictorio. Yo lo amaba, porque él se interesaba por mí y al mismo tiempo tenía mucho miedo de él. No me gustaba lo que me hacía pero, como todos los niños, necesitaba a alguien que se ocupara de mí".
"‘Eres guapa, eres inteligente, eres mi más querida, eres mi sangre, daría mi vida por ti...’ No me decía más que mentiras, pero cultivaba este amor. De una manera falsa, claro. Pero un niño no siempre sabe distinguir al perverso del padre bueno", explica Aubry, que hoy tiene 45 años.
A lo largo de las páginas de su biografía, se va comprendiendo el silencio de la niña Isabelle: "Mi padre no me quiere de la manera que debería, pero por lo menos me quiere". "Le obedecí porque yo era su hija, y él mi padre". "Si cuento lo que sea arruinaré la vida de todos nosotros y será por culpa mía". "Si lo hace es porque me quiere. Así me lo dice y estoy convencida de ello". "Me dice que soy su favorita, su Isabeau, la carne de su carne..."
Su vecina denunció el caso. Bastó una pregunta: . 'Isabelle, ¿tu padre hace cosas contigo?'. Por eso, hoy en día Aubry insiste en que un niño víctima del abuso "rara vez viene a contar lo que les está pasando": es el adulto el que tiene que observar, preguntar, descubrir el infierno. En su caso, fue su vecina, Madame Abeille. "Isabelle, ¿tu padre hace cosas contigo?". Tenía 14 años.
"Me hizo preguntas y, como yo confiaba en ella, hablé. En el momento oportuno, ella se lo contó a mi madre", explica Isabelle. Por entonces, Renaud y su esposa ("una madre pasiva, ausente, que no me quería") se habían separado e Isabelle vivía sola con su agresor.
La Justicia, el segundo infierno
La pregunta descubrió los años de horror y permitió sentar a Renaud Aubry en el banquillo. Sin embargo, el proceso judicial fue un segundo infierno para Isabelle. "Aplastaron mi infancia con dos apisonadoras. Mi padre fue la primera; la justicia, la segunda", relata en el libro.
"Me preguntaron si yo había dado mi consentimiento. Es abominable. Cuando yo dije ‘no lo sé’. Me preguntaron: ‘¿Has dicho que no?’ y yo dije: ‘No, no he dicho que no’. Entonces, la violación fue rebajada a agresión sexual. Para mí no fue condenado suficientemente, la sociedad ha minimizado lo que pasó", relata Aubry [A diferencia del Código Penal francés, en España el abuso a un menor de 13 años siempre es considerado violación. Además, el parentesco es un agravante].
A su padre —hoy fallecido— le 'cayeron' seis años y, cuatro años después, estaba en la calle. "Cuando salió de la cárcel se sentía como una víctima y la peligrosa era yo", añade.
Mientras haya niños que precisen ayuda, no me consideraré con derecho a pegarme un tiro
"Nunca empujaré a una víctima a presentar una denuncia. Yo no tenía ni apoyo, ni amor, ni ninguna posibilidad de hablar con nadie. Estaba sola, con 15 años, con todo esto encima. Si las condiciones se dan, sí [hay que denunciar]. Pero si no… es demasiado peligroso. Puedes incurso perder la vida", expone, sin dubidar. Durante la dureza del proceso, ella misma intentó quitarse la vida.
Pero la idea de ayudar a otras víctimas le ayuda a seguir: "Mientras haya que cambiar las leyes y las mentalidades, seguiré dando la cara. Mientras haya niños que precisen ayuda, no me consideraré con derecho a pegarme un tiro. Después, veremos...", dice al final del libro.
Ya no tengo madre, no tengo padre. No soy ni siquiera huérfana. Su hijo, de 21 años, y su organización son hoy día sus razones de vivir. Para Aubry, la (AIVI) que preside es su personal terapia. A comienzos de este año, consiguió que el Código Penal francés incluyese el incesto como un delito específico. Con el duro relato de su vida —publicado hace dos años en Francia y que ahora llega a España— confía en ayudar a más víctimas: "Si la difusión es importante, gracias a los medios, más víctimas hablarán".
"Ahora mi preocupación es la sociedad, proteger a los niños para que no vivan lo que yo he vivido. Sé que a mi padre y mi madre jamás los hubiera podido cambiar, pero a la sociedad sí que puedo intentar cambiarla. Ya no tengo madre, no tengo padre. No soy ni siquiera huérfana. Soy como si hubiera venido de ningún sitio".