MOSCÚ, 3 enero 2010 (EFE).- Los rusos todavía añoran la poderosa Unión Soviética al cumplirse este año dos décadas de la desaparición del estado totalitario.
"Los cambios en la vida económica deben ser realizados por hombres libres, gente libre en sus actos y en sus ideas", aseguró recientemente el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, que tenía 26 años cuando cayó la URSS en 1991.
El caso es que los habitantes de la Federación Rusa aún no valoran tanto las libertades individuales, como las conquistas sociales que garantizaba la Unión Soviética: los empleos fijos, la educación y sanidad gratuitas, vivienda accesible y pensiones.
Según una encuesta del prestigioso centro sociológico Levada, un 55 por ciento de los rusos sigue lamentando la desintegración soviética, que el primer ministro, Vladímir Putin, calificó como "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX".
Ese porcentaje es un reflejo de la opinión de los adultos rusos, ya que entre los jóvenes (17 por ciento) y los mayores de 60 años (83 por ciento) las posturas son muy extremas.
"El que no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, pero el que quiera su renacimiento no tiene cabeza", dijo Putin a mediados de diciembre.
Esa frase es un espejo del ánimo de muchos rusos, a los que les gustaría vivir en un Estado que era respetado y temido en el mundo, pero que son conscientes de que el experimento soviético es irrecuperable y ya ha pasado a los anales de la historia.
Al echar una mirada atrás, un 53 por ciento de los rusos cree que la desintegración de la URSS era evitable, mientras un 32 por ciento piensa lo contrario.
Esto demuestra por qué muchos rusos siguen culpando al último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, de poner la puntilla a la URSS al acceder a todas las demandas de Estados Unidos, que se convirtió así en el ganador de la Guerra Fría.
Desde entonces, EEUU es la única superpotencia mundial, sólo seguido de cerca por China, mientras Rusia aún no ha superado el trauma del fin del comunismo.
Otro ejemplo de esa nostalgia del antiguo régimen es que más de la mitad de los entrevistados aboga por el reforzamiento de los lazos entre las quince antiguas repúblicas ex soviéticas, por la reinstauración de la URSS o por recrear ésta a imagen y semejanza de la Unión Europea.
Los rusos aún creen firmemente en los lazos entre los antiguos pueblos soviéticos, especialmente con otros países eslavos como Ucrania y Bielorrusia, y también con Kazajistán, que acoge una importante minoría rusa.
Además, al igual que el Kremlin, siguen considerando el "extranjero cercano" como una zona de especial influencia, donde la presencia occidental no es bienvenida.
Muchos rusos aún se identifican más con la mentalidad conservadora de Putin y su apego a la mano dura que con el ideario liberal de Medvédev, que opina que la "emancipación" del pueblo ruso aún es una asignatura pendiente.
"Nunca hubo democracia en nuestro país antes de 1991. Repito, nunca. Ni bajo el zar, ni durante la era soviética, ni en ninguna otra época. Es un proceso difícil", afirmó Medvédev en el vigésimo aniversario del diario gubernamental "Rossíyskaya Gazeta".
Medvédev, quien preside el país bajo la alargada sombra de Putin, reconoce que "la democracia es imposible en un país pobre", pero matiza que "el progreso de una economía moderna es imposible en condiciones de dictadura".
Mientras, Putin, que en los últimos años ha criticado las represiones estalinistas, es acusado de poner en marcha una campaña de neosovietización de la sociedad rusa que incluye la rehabilitación de los símbolos soviéticos.
El propio Gorbachov ha acusado a la formación oficialista Rusia Unida, encabezada por Putin, de convertirse en el nuevo Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) al acoger en su seno exclusivamente a burócratas interesados en beneficiarse de su cercanía al poder.
Gorbachov, que cumplirá 80 años en marzo, anunció el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en una alocución televisada el 25 de diciembre de 1991.
Los turistas que visitaban esa noche la Plaza Roja fueron testigos de excepción de cómo se arriaba la bandera soviética y se izaba la tricolor bandera zarista de la nueva Rusia, comandada por el entonces presidente, Borís Yeltsin.
Aunque, en honor a la verdad, la URSS ya había dejado de existir meses antes, cuando todas las repúblicas, incluida Rusia, proclamaron su independencia y liberación del yugo soviético.