domingo, 11 de septiembre de 2011

El 11-S fue un llamado para hacer algo grande con mi vida"



LOS ÁNGELES, 11 septiembre 2011 (BBC).- Un mandato familiar podría haber llevado a Miguel Vázquez a enrolarse en las fuerzas armadas estadounidenses: por generaciones, muchos de sus parientes decidieron servir a la patria con las armas y se sumaron a las filas de la Marina.
Pero el día del llamado fue el 11 de septiembre de 2001. Cuando el vuelo 11 de American Airlines, controlado por cinco secuestradores, se estrelló contra la torre norte del World Trade Center, pensó -como muchos compatriotas- que se trataba de un accidente.
El segundo ataque, sobre la torre sur, disipó la teoría de la casualidad y se convirtió en "un signo o un símbolo" de lo que debía ser su vida: su respuesta a los atentados fue correr a inscribirse en el ejército.
"Fue un instante, cuando escuché que el gobierno declaraba que estábamos en emergencia. El 11 de septiembre me hizo sentir que debía ponerme delante de otros, de mucha gente que necesitaba mis servicios", señala el ex militar, hoy dedicado a las finanzas en una empresa familiar en California.

"El 11 de septiembre me hizo sentir que debía ponerme delante de otros, de mucha gente que necesitaba mis servicios"
Miguel Vázquez
"Fue también el momento en el que entendí que teníamos enemigos poderosos que estaban dispuestos a lastimar a mucha gente, más allá de los enemigos a los que nos habíamos enfrentado en el pasado".
En 2002, a los 19 años, Vázquez se convirtió en un soldado latino. Por entonces, la lista de las fuerzas armadas estadounidenses registraba un 12,9% de inscritos de origen hispano, según datos de la Heritage Foundation.
Nacido de padre portorriqueño y madre mexicana (proveniente del estado de Tamaulipas), el joven –hoy de 28 años- es un hispano de segunda generación y ve a Estados Unidos como "el único país que puedo considerar como mi casa".
Aunque habla fluidamente el español, a la hora de los recuerdos prefiere usar la lengua en la que fue educado en la escuela y en el barrio. La memoria le habla en inglés y la emoción le corta las frases por la mitad.
"Nunca volví a hablar del 11-S, no sé por qué, es raro, confuso… perdón…", duda, respira hondo, hace silencio. "Es muy duro revivir aquel día que marcó un antes y un después, no sólo para mí sino para todo un país, y es duro pensar en todo lo que vino después".
En el Pentágono
Frente a la televisión, Vázquez recibió la noticia del tercer ataque aquel septiembre: el vuelo 77 de American había alcanzado el Pentágono, el corazón del Ministerio de Defensa estadounidense.
Allí estaba su padre, que salió ileso, aunque eso lo supo su hijo después: en el caos del momento, no pudo comunicarse por las líneas telefónicas saturadas para saber qué suerte había corrido.
"Fue la primera vez que sentí que había algo más grande e importante que yo mismo. La primera vez que el país necesitaba unirse, no sólo por ser un país en los papeles sino básicamente para poder sobrevivir", señala.
Aunque antes había querido ser militar, los atentados le dieron a su misión un sentido histórico: "sabía que iba a ser parte de la historia, que era un momento de cambio profundo y yo quería ser parte".
Sus padres se opusieron a su proyecto y trataron de disuadirlo, no por falta de principios sino por temor: suponían que, por primera vez, uno de los militares de la familia efectivamente iría a una guerra.
Y allí fue él. El Cuerpo de Marines de EE.UU. lo llevó a Irak en 2003 para la invasión inicial y luego en 2004, en el marco de la operación para recuperar el control de la ciudad de Fallujah.
"El orgullo de un marine se relaciona con el espíritu de grupo, se construye con todo lo que pasas junto a tus compañeros. Estando en el terreno, sentía responsabilidad no sólo por los que estaban al lado mío peleando sino por toda la gente que estaba aquí en mi país", revela Vázquez.

El bien contra el mal

Su mirada del mundo también se vio transformada: el 11-S le enseñó a dividir el mundo entre buenos y malos de una manera radicalmente diferente a la que había aprendido en la escuela.
"Comenzó a haber una lucha del bien contra el mal que dejó de tener barreras geográficas, eran enemigos que estaban dispuestos a todo", afirma el ex marine.
¿Cómo responde Vázquez a la controvertida idea de considerar que Estados Unidos encarna "el bien" y tiene derecho a intervenir sobre otros países?
De forma enfática: "Los inocentes son inocentes, pero aquellos que hacen el mal por conseguir sus objetivos son, por definición, malas personas. Y contra ellos es que luchamos, para que no haya otro 11-S".
"Hay mucha gente que nos ve a nosotros como los malos y es cierto que pasaron cosas allá (en Irak) sobre las que algunos de nosotros podemos sentir algún arrepentimiento. Pero por cada uno que piensa eso hay muchos más que agradecen que les hayamos ayudado a cambiar su estilo de vida allá o que les hayamos dado tranquilidad acá (en Estados Unidos)".
A diez años de los atentados que le cambiaron la vida, sabe que no volverá a ser el mismo.
"El 11-S e Irak me convirtieron en un hombre muy diferente a aquel adolescente que era en 2001. Me hicieron madurar y crecer, son años en los que seguiré pensando tanto como viva y esa transición hasta ser el que soy hoy ha sido muy, muy dura".